domingo, 5 de abril de 2020

Confinados - jodidos pero contentos

Sería un error que pasaran todos estos días sin tomarme el tiempo de sentarme y escribir cómo ha sido (está siendo) esta experiencia para mí, para mi familia.
Sería un error que, dentro de 10, 15, ó 20 años, tuviéramos únicamente un vago recuerdo de todo esto en lugar de contar, al menos, con algunas frases con cara y ojos capaces de transportarnos en vagón de primera clase a las imágenes, los olores, los sonidos y los sentimientos de estos días.

Son ya 22 días en casa.
De estos 22 días he salido 5 a tirar la basura, 3 a comprar y 2 a la oficina por causa mayor.
El resto, confinamiento puro. Ni bajar a por el pan a diario, ni bajar a hacer un recadito, ni a dar una vuelta.

El resumen que hago y que me hago a diario es el mismo: jodidos pero contentos.
A pesar de que todos los días nos parecen iguales, nuestra semana se divide muy claramente entre días de trabajo y fines de semana.

Los fines de semana no son muy diferentes del resto del año, salvo por lo de salir. Serían como esos findes lluviosos de invierno donde te tienes que quedar en casa.

El resto de semana....es otra cosa.
Los días de trabajo comienzan a las 7 de la mañana. El olor de la taza de café recién hecho es un placebo obligado para empezar a espabilarse, quizá la única motivación para arrastrase somnoliento por la casa.
Nuestros portátiles, el de María y el mío, colocados en la mesa de la cocina, van arrancando también perezosos mientras acompañamos el café con algo de fruta y un yogur con miel.
Trabajamos juntos, codo con codo. En este caso la expresión no encierra metáfora, raro sería no tocarnos en nuestra mesa de 1,2x1,2. Este momento es el más tranquilo y productivo del día.
Nos ponemos una segunda taza de café y vamos pasando correos y hacemos nuestra respectiva reunión diaria con los jefes.

A eso de las 9:30 una cabecita asoma por la puerta de la cocina. Es Paula, que se va directa a los brazos de mamá y luego a los de papá.
Es el momento más dulce. Nos da un beso. Se sienta en las rodillas de mamá, que deja aparcado el trabajo para estar un rato con ella y prepararle el desayuno
Y al poco rato se oyen los gritos tímidos de Martín en la cuna. A veces María, a veces yo, nos levantamos y Paula va corriendo con nosotros a darle los buenos días en forma de canción (Bon día!) Cogerle en brazos, que pegue su mejilla calentita contra la tuya y que señale la cocina pidiendo desayunar con ternura son momentos que no tienen precio.

A partir de las 10 y hasta las....hasta que toque, empieza la locura.
En mi caso, reunión tras reunión. Es un momento tenso para la compañía, replanteando todos los proyectos, y 8 horas no son ni de largo suficientes para asumir todo el trabajo. En caso de María, trabajo y más trabajo y también alguna que otra reunión. Y todo esto con un Martín y una Paula que nos necesitan.
Como podemos, nos turnamos. A menudo, hacemos reuniones con los auriculares puestos y los niños jugando a nuestro lado. A menudo, los gritos de nuestros hijos se oyen en las reuniones. A menudo, (mas bien casi siempre) imposible evitar sus trastadas.
A menudo, no comemos, o comemos cualquier cosa mientras estamos en una reunión.
A menudo (muy a menudo), el baño es el único sitio donde trabajar sin interrupciones, dado que es el único sitio de la casa con pestillo. Es una mezcla de surrealismo y tragicomedia el verse a uno mismo trabajando con plena concentración en temas super importantes (para uno) y, de repente, levantar la cabeza y verte en el espejo sentado el wáter. Difícil expresar con palabras. Eso sí, digno para el recuerdo y para explicar a nuestros hijos algún día.

Las trastadas son el pan nuestro de cada día. Una tras otra. Eso de las trastadas de tus hijos es como cuando te caes y te das un hostión de esos ridículos. Te duele; sí. Te duele mucho; sí. Te jode mucho más si cabe; sí. Pero es inevitable descojonarse. Así es la vida.
Dejaré plasmadas aquí algunas de ellas, con la certeza de que el dolor se lo llevará el tiempo y sólo me quedarán las risas al recordarlo:
- paredes de toda la casa pintadas con rotulador.
- armarios de ropa vaciados completamente
- todas los armarios de la cocina vaciados sobre el suelo
- bidet taponado con papel higiénico y el baño inundado
- quedarse atrapado en el hueco de su cocinita (donde apenas entran)
- 2 tiestos de plástico tirados desde la terraza hacia abajo (por suerte hay un jardín sin paso de gente)
- cuenta perdida de vasos y platos rotos
- todas las llaves escondidas por la casa en sitios diversos

Los niños, los niños son felices. Juegan juntos, se buscan, se alían. Se ríen tanto juntos.
Es difícil de explicar la felicidad de escucharles a los dos riendo... aun sabiendo que esas risas están detrás de alguna trastada de las explicadas arriba. Esa risa es casi como un "déjalos estar un rato más, aunque te la líen, ya limpiarás luego"

Las horas entre las 18 y las 20 son las más complicadas. No se están echando siesta y se vuelve todo una locura. Mezcla de cansancio y hartazgo. Gritos, llantos por todo, rabietas y enfados sin solución...y a todo esto reuniones de por medio o trabajos por entregar de forma urgente.
Últimamente estamos haciendo una parada en el camino, y nos ponemos la música a tope y empezamos a bailar, a saltar y a correr 15 minutos toda la familia junta. La canción resistiré siempre es la primera, para animarnos.
Es lo mejor para liberarse. La foto en familia, el vernos todos riendo esos 15 minutos es algo que también quiero recordar.

A las 8 los aplausos. Aplausos que son alivio, desahogo. Que son saludos, que son quitarse el sombrero y algún día emocionarse.

Llega la ducha y se acaban los males. Es su momento del día.
Si les dejas solos, su mayor pasión es la de abrir el grifo con el agua lo más fría posible, llenar un cubo y tirárselo encima. La bronca de papá y de mamá es inútil, porque si les volvemos a dejar solos lo vuelven a hacer. Se ríen como locos, es una gozada verles, y, por supuesto, vienen los llantos cuando les decimos basta.
A las 8, los aplausos. Un kit kat de la realidad. Aplausos que son alivio, que son saludos, que son quitarse el sombrero y algún día emocionarse.

Mientras todo esto pasa el que no les cuida en la ducha va haciendo la cena, apartamos los portátiles de la mesa de la cocina y los niños cenan. A partir de ahí, con más o menos arte, logramos que se duerman a las 22h.
Uno, o los dos, sigue trabajando. Trabajando en nuestro trabajo, digo.
Porque uno, o los dos, sigue trabajando en casa. Fregar cocina, lavadoras, friegaplatos,....
ordenar
ordenar
ordenar
ordenar

Nuestra casa podría ser el escenario de cualquier película de guerra.
María se desespera.
Da igual cuántas veces ordenemos al día. Aunque con el paso de los días la desesperación es aceptación.

Es agotador, acabamos el día como si nos hubiera pasado un tanque. Nos tiramos en el sofá...y nos quedan fuerzas para ver los 10 primeros minutos de una serie.

Uno es más sensible estos días a las reflexiones.
La primera que me viene cada día, y, con frecuencia varias veces al día es la tranquilidad de tener a María a mi lado. Que pone orden y energía cuando a la familia le faltan dosis de las dos cosas. Que entiende y que lucha. La segunda que me viene también a diario es la re-tranquilidad de saber que ella también se alimenta de mi orden y mi energía, de mi comprensión y mi lucha. Y cuando uno falla, el otro está ahí. Es reconfortante. Merece también la pena recordar, dentro de 10 años, cuando pasemos momentos peores, que, en 22 días, con 1001 motivos, sumidos en un auténtico caos diario y sin espacio personal, fuimos capaces de no discutir ni una sola vez.

Espacio personal. Eso es lo único que me falta. Vayas donde vayas dentro de los 95m2 de este piso, no pasarás más de 10 minutos sin oír que se abre la puerta y aparece alguno de los dos bichos. Cuando los bichos duermen, trabajas. Cuando no trabajas, limpias. El resto de tu tiempo despierto, haces combinaciones de las 3 cosas anteriores de forma simultánea.

Espacio personal y también cuidado personal. Esto también me falta. Hacer ejercicio. Tengo el cuerpo entumecido, todo el día en malas posturas trabajando, durmiendo regular y moviéndome poco (muy poco). Aquí ayuda mucho que tu hijo sea un terremoto, al menos me hace correr detrás de el por toda la casa de vez en cuando. Pero igualmente, qué ganas tengo de salir a correr, nadar, salir al campo. Tiempo para mí.

El único mérito que nos atribuimos como papás es el de no recurrir mucho a la tele para los niños. Que funciona, SI, FUNCIONA. La tele es una generadora de tranquilidad. Pero lo dejamos en un par de momentos de media hora al día. Es una suerte que se tengan los dos hermanos, tienen suficientes trastadas por realizar en la cabeza como para no estar todo el día pendiente de la tele.
(jejeje, este ratito de escribir es posible gracias a la tele)

Los días van pasando, con algunos ups & downs, pero van pasando.
Nada va del todo bien. Trabajamos peor de lo que quisiéramos. Cuidamos de los niños mucho peor de lo que nos gustaría. Tenemos la casa hecha un desastre. No nos cuidamos. Estamos jodidos

jodidos

PERO CONTENTOS



























martes, 8 de octubre de 2019

Gracias Doc

A los güeritos normales, a los salidos del molde como tú y como yo, nos ponían el título de ingeniero o licenciado nada más pisar territorio mexicano.

Pero algo distinto debías de tener, porque rápidamente los términos ingeniero y licenciado se te quedaron pequeños y, sin demasiado esfuerzo, te ganaste el título de doctor

Echo la vista atrás y no sabría concebir Mexico sin ti.
Empezando por esa primera charla en la cafetera en Seat, donde yo te pregunté si eran ciertos esos rumores de que te ibas y tú me preguntaste si eran ciertos esos otros rumores de que me iba.
Acabó resultando que tú por tu lado y yo por el mío nos habíamos movido para ir al mismo sitio :)

Acabando por ese día de nuestra despedida, la noche antes de que volarámos a casa mi familia y yo, frente al hotel Camino Real. Los 2 minutos en los que te bajaste del coche para acompañarte y decirnos "que te vaya bonito" se convirtieron en 40 minutos de conversación filosófica, siempre con el contexto de dejar bien claro todo lo grandes que éramos. Tú de mí y yo de ti. Hasta romper con la frase "bueno, basta ya de comernos las pollas". Juro que no olvidaré ese abrazo.

Una charla filosófica. Eso era cada charla contigo.

Te pude disfrutar como jefe y como amigo.

Como jefe (aunque quien conociera a Carlos sabe que jefe, jefe, lo que se dice jefe...Carlos no tenía jefes)

Por tu creatividad. Siempre dándole una vuelta a todo, generando espacios en donde no los había, sacando de la nada ideas, rebatiendo las que ya había. Trayendo luz en muchos momentos donde creíamos que el tunel nos comía. Creatividad inconformista. Gracias a ti hicimos tantas cosas.
Eso sí, como buen Iniesta que eras siempre te faltó el instinto de goleador. Cuánto te costaba decidir, cabrón. Siempre te dije que eras un marica por eso. Pero a ti te daba igual. Los Iniesta son los mejores del mundo aun sin meter goles...

Por tu carisma. Eras un regalo cada mañana. Tu sonrisa y la manera en que nos hacías a todos sonreír. Fuiste el auténtico pulmón del grupo. Nunca he visto a nadie desprender tanto carisma, podría decir sin equivocarme que una de las motivaciones de ir a trabajar para mucha gente era el poder verte y compartir esos ratitos contigo.

Por tu honestidad. Trabajando en silencio. Diciendo sólamente verdades, aunque dolieran. Haciendo que brillara el trabajo de tu equipo. Dejando a un lado el "TU" y buscando siempre el "nosotros". Te eché mucho la bronca para que cambiaras esto, al más puro estilo padre, para que los jefes te vieran y pudieras progresar tal y como te merecías...aunque internamente siempre mantuve la esperanza real de que no lo cambiaras nunca. Eras un generador de talentos a tu alrededor.


Como amigo.
Un volcán. Pura energía. María siempre me repetía al volver a casa después de verte: "Carlos ilumina allá donde vaya".
Cómo olvidar la despedida de soltero que me organizaste y la cara de felicidad al verme sufrir con las putaditas. Cómo olvidar todas esas fiestas juntos, con la certeza de que las que viviste conmigo representan tan sólo un mínimo porcentaje de todas las que te pegaste.
Qué facilidad para mover a la gente, para transformar estados anímicos grises en pura alegría, en ganas de bailar.

Una máquina de hacernos reír. Tu modus operandi: la ofensa. Aún me pregunto cómo conseguías eso de meterte con todo el mundo en su cara y generar tan buen rollo.
Dándole vueltas uno llega a la conclusión de que el secreto lo encierra la propia frase: siempre ibas de frente.
Motes para todos. Me quedé con ganas de saber cuál era el mío. Quizá Arturo o Maestre algún día me lo confiesan, aunque quizá prefiero mantener la intriga.

Un psicólogo. Charlas y charlas arreglando el mundo, debatiendo hasta el más mínimo detalle, analizando personas hasta el hígado. Siempre alucinaba con tu nivel de detalle, cómo conseguías captar tantos matices en las personas y cómo eso te daba pie a elaborar esas complejas teorías.

Soy feliz de haberte repetido muchas veces lo grande que eras. De habértelo dicho a la cara en muchas de nuestras conversaciones.
Soy feliz de saber que te has llevado un trocito de mí. Porque yo también disfruté ayudándote en el día a día. Intentando sacar lo mejor de ti, intentando que te enfrentaras a esas cosas que te parecían difíciles de alcanzar.

Soy tan feliz de haberte conocido.

Para mí has sido inspiración pura. Probablemente la persona más inspiradora que he conocido.

Este blog lo empecé hace mucho tiempo, uno de los días más tristes que recuerdo.

Hoy, sigo contento de saber que te recuerdo igual, como si no hubieran pasado los días.

Este pequeño homenaje te lo debía.

Gracias Doc

Fdo: Tu patrón :)   









martes, 12 de febrero de 2019

sorpresa!

Entre los muchos hechos diferenciales entre niños y adultos, hace tiempo que llevo concentrándome en dejarme fascinar por uno muy concreto: su capacidad para sorprender.

Forma parte la sorpresa de una lista selecta de cosas que hacen que esta vida merezca la pena. Basta viajar un poco en el tiempo hasta la última vez que asistimos a un espectáculo de magia...basta recordar la reacción de todo nuestro cuerpo tras cada truco, en lo que era básicamente su reacción a la sorpresa que acompaña cada truco.
Basta recordar la sensación general del cuerpo saliendo del espectáculo. Parece hasta que esa sensación dura, se estira en el tiempo. Inevitable compararlo con los efectos de una droga.

Y quién dice que no lo es.

Porque es innegable que somos abiertamente adictos a esa sensación.
Es por eso que viajamos a todos esos sitios donde viajamos, con el objetivo de dejarnos sorprender por paisajes, monumentos y escenas que se salgan de lo cotidiano
Es por eso que vamos a los restaurantes que vamos, sin más ni menos ambición que dejar que las texturas, los olores y las presentaciones nos sorprendan saliéndose de la monotonía de los sabores conocidos.
Es por ese motivo que tiene tanto éxito el regalar experiencias. Porque lo material ya no sorprende.

Es una droga cara la sorpresa. Lo es, básicamente porque nuestro nivel de tolerancia no hace más que subir. Cada monumento espectacular elimina la sorpresa de cualquier otro que no le supere. Cada plato increíble ensombrece a los que son sólamente muy buenos.
Como con cualquier droga que se precia,  la dosis que vamos necesitando es lógicamente cada vez mayor; pero el mundo, en paralelo, no sigue este ritmo y no tiene tanto donde ofrecer, aunque se le  retuerza como se le retuerce para sacarle aún algunas gotitas a la dosis que calmen el mono. Se reinventan las experiencias, se generan nuevas necesidades, se trabaja con las percepciones.

En este mundo casi agotado de tanto estrujarlo, surge la figura espontánea del niño. Bueno, de los que yo puedo hablar son en este caso de mis hijos.

Mis hijos (igual que los de todo hijo de vecino). Que, sin complicarse, sin estrujar, sin rebuscar...y normalmente sin querer, me sorprenden cada día. Por creatividad, por no convencionales, por su pensamiento lateral, sencillo y evidente, por ser inesperados. Por ese cubo de agua fría de sinceridad y lógica.
Y, al contrario que ocurre con los restaurantes, los monumentos o los paisajes, la capacidad de sorprender de los niños no muestra ni un sólo indicio que no sea el de superarse día a día.

El núcleo de esa sorpresa es, sin duda, el aprendizaje. Nos sorprende que aprendan tan rápido, tan espontáneamente. Y esta sorpresa sólo tiene una dura explicación: así es amigos, hace tiempo que se nos olvidó aprender.
Y observamos nostálgicos esos avances a paso de gigante suponiendo que un día nosotros quizá también lo hicimos pero no recordando la última vez que tuvimos esa sensación brutal de saber que aprendemos.

Quizá otro día escriba sobre eso de aprender. O de no aprender.

Entre tanto me voy a la cama. A ver qué sorpresa me espera mañana.






domingo, 28 de octubre de 2018

lo vas a entender

De un tiempo a esta parte, como diría Ismael Serrano, todas las canciones de amor me parecen hechas para la misma persona.
Recuerdo a un familiar felicitándome tras tu nacimiento. Nunca se me olvidará: "ahora vas a saber lo que es amar de verdad", me dijo

No creo que exista una frase más fiel para eso de ser papá.
Por lo que transmite nada más oírla
Y, sobre todo, por todas las connotaciones que se esconden en tan pocas palabras

Me doy cuenta de que mi felicidad, como diría Marwan, es verte andar por casa. Tan sencillo. Con tu paso acelerado, muy preocupada de llegar lo antes posible al siguiente objeto que has decido tirar de la estantería. O a ese armario que te has propuesto desbaratar. O a ese cajón que tienes claro que hay que rediseñar.

Vas a a saber lo que es amar.

Amar en cada sonrisa que me das. Amar en cada aprendizaje que, de golpe, resulta ser más importante que los aprendizajes de los mil niños que antes vi aprendiendo. Resulta tan impactante saber que cada gesto tuyo no es comparable a los gestos de los mil amigos, sobrinos y conocidos que he tenido en mis manos,

Vas a saber lo que es amar.

Vas a saber lo que es sufrir por creer no ser buen padre.
Vas a saber lo que es el dolor de no entenderte, de no controlarte, de saber que no estoy dando en el calvo educándote, de saber que no lo estoy dando todo en tus sonrisas, en tus momentos.

Vas a saber lo que es amar, cuando te arrepientas de mirar el móvil mientras te mira, cuando te sientas culpable por no retener cada segundo de sus movimientos.

Porque ya lo avisa la frase. Vas a saber lo que es amar.
Como en los amores de película. Con todo lo bonito y lo no bonito de la palabra amar.
Quisiera, como diría Andrés Calamaro, cambiarte mi corazón por el tuyo para mirarlo y mirarlo. Quisiera congelar esa sonrisa que me das para siempre y no vivir con esa cierta angustia de que en algún momento de mi vida, algún día, ya no tendré esa sonrisa sólo para mí.

Nunca he amado así

Nunca he amado como te amo a ti.

Reflexiono sobre eso que sintieron mis padres por mí y esa relación que siempre fue tan evidente para mí de repente se me transforma.

"Osea que mis padres hicieron y sintieron esto mismo por mi...."

Quien lo diría

Ojala tú no necesites 30 años y dos hijos para darte cuenta.

Aunque la teoría dice que los necesitarás


Me despido con  la que es quizá mi canción de amor preferida. Diciéndote, como diría Rosana, que sin tú no estuvieras aquí...me faltaría el aire.





domingo, 24 de septiembre de 2017

Sobre el terremoto y el referéndum

Empiezo esta entrada de blog explicando que los Nigorra-Font no tenemos televisión en casa.
Bueno, el aparato en sí lo tenemos, muy bonito y de muchas pulgadas, pero nunca ha dispuesto del cable de conexión de la antena; de forma que sólo lo usamos para ver series en Netflix o vídeos en Youtube.
Hace casi 3 años que no vemos un programa de TV al uso o un telediario.

Con esto, nuestra conexión al mundo está fuertemente marcada por lo que Facebook y Wasap nos quieran contar sobre lo que pasa alrededor. A eso le sumamos las lecturas en los periódicos digitales.

Y, haciendo caso a Facebook,Wasap y a los periódicos digitales, en el mundo sólo han ocurrido dos cosas en las últimas 2 semanas: el terremoto en México y todo el follón a consecuencia del posible Referéndum en Cataluña.

Dos temas tan diferentes. Dos temas que no comparten nada, pero que han ido a compartir espacio de tiempo en la historia para impactar nuestras vidas y para llenar nuestros medios de oleadas de noticias, fotos, vídeos, noticias, opiniones, opiniones y màs opiniones.
Creo que en este contexto nos sentimos afortunados de no tener ese cable blanco de antena de televisión, creo que nos volveríamos locos con tanta información.

Que los dos temas coincidan en este blog es, como expliqué, consecuencia únicamente de su mera coincidencia temporal. De cómo los dos han sido el pan de los últimos días para un madrileño de aluche que vivió 6 años en Barcelona, que está casado con una catalana de La Pobla de Segur y que vive en México desde hace casi 3 años.
Me doy cuenta de que la última frase me da muchos puntos para poder hablar de los dos temas del título. Así que allá voy.

Empiezo por el terremoto.
Fue algo así como una experiencia vital. Una de esas situaciones en la vida en las que se para el tiempo, en las que cada milisegundo te pasan 100 pensamientos por la cabeza. Puño en el estómago, por puro instinto agarrar al bebé fuerte en brazos. No tener ni puta idea de qué hacer. Tener la certeza de que, si la tierra quiere, si le da la gana, tú no sales de ahí. Porque todo cruje y se mueve y tú no sabes dónde meterte. Nunca me había sentido así.
Pero pasó. Sin nada que lamentar.

Pasó el terremoto y uno recuerda esos momentos de forma continua en los días siguientes, con los restos del puño en el estómago casi constantemente, con un cierto mareo, como si uno andara en una barca aún, parándose a veces para comprobar si la cosa vuelve a temblar o no; y con el nerviosismo de volverse a dormir y tener que salir corriendo de nuevo.

Como digo, una experiencia única que se queda, para mucha gente como yo, en un mero recuerdo, en algo que contar y en algo de lo que aprender.
Pero para mucha otra gente significó mucho más que eso.

Llevo algunos días con un sentimiento brutal de mala conciencia. Nunca me había escrito tanta gente para preguntarme qué tal, para mandarme fuerza...y yo, que estoy perfectamente, que sigo viviendo en mi casa fantástica con mi familia y yendo a trabajar sin problemas...yo me siento mal. Rodeado de todas esas noticias de gente sin casa, de gente sin su gente. Es difícil de explicar. Algo así como una falsa víctima.

Y México reivindicó su ADN en estos días. Digno de ver. Nadie va a permitirse no ayudar, no hacer algo por los afectados. Nadie va a permitirse no dar su tiempo, su sudor y su dinero por los demás. Y se ve a ancianos cargando piedras, a voluntarios dejando sus casas para ayudar a cortar estructuras de metal, a jóvenes recogiendo alimentos en cada supermercado para llevarlos personalmente a las zonas afectadas.
Y cada gesto de ayuda es un bofetón a su gobierno corrupto. Y cuanto más se organizan las pequeñas comunidades o los grupos de amigos para ayudar más dura es la paliza del pueblo al gobierno; como queriendo demostrar que el pueblo, sin el gobierno, puede mucho más.
Digno de ver y afortunado de poder ver en estos días reacciones humanas tan potentes y solidarias.

Y me voy "de volada" como se diría aquí al segundo tema. Cataluña. Referéndum y todo lo demás
No voy a volcar aquí una opinión, porque mi opinión seguro que ya la ha expresado alguien en alguno de los mil Inputs de información que habéis recibido estos días.

Voy a hablar de otra cosa aquí, que uno quizá percibe con más fuerza por la lejanía.
Y es el hecho patente de que somos bastante gilipollas por lo común en lo que se refiere a nuestro comportamiento en discusiones políticas.
En este asunto disponemos sólo de 2 modos. Procedo a explicarme:

Comportamiento básico número 1:
Me junto con gente que comparte mi misma idea política y nos retroalimentamos los unos a los otros, todos la mar de contentos, porque vemos que mi entorno comparte, complementa y felicita mi opinión.
Adicionalmente nos ponemos todos de acuerdo para dejar claro, con no pocos argumentos sólidos, que la opinión contraria a la del grupo en cuestión es lamentable y que la verdad "no se entiende como alguien puede pensar así"

Comportamiento básico número 2: 
Me junto con gente contraria a mi idea política e intento convencerlo.
Si el encuentro es con amigos o familiares, la conversación siempre se inicia desde la educación, con tono sosegado y con argumentos no emocionales, con el objetivo tranquilo de hacerle ver al otro todos los motivos por los que está equivocado.
A los pocos minutos uno se da cuenta de que el otro no entra en razón (qué raro) (bueno, tampoco estás eschuchándole mucho) y  la discusión se va calentando, dando entrada a expresiones como "pero no me negarás" o "es que no ves que?..." .  La cosa no llega a mayores por los lazos afectivos, pero de camino a casa, ya cada uno por su lado, los dos se van con el calentón pensando "qué cretino /gilipollas se ha vuelto Pepito"

Si el encuentro es con desconocidos, todo lo contado arriba se pasa por el forro las reglas de la educación y acaba como hemos visto en tantos casos.

Los comportamientos número 1 y número 2 nos alzan como gilipollas totales, pues no aseguran ningún crecimiento para nadie.

Así que ahí va mi propuesta de comportamiento número 3 y sólo es apto para gente con huevos.
Eres capaz de defender el otro punto de vista??
Te reto a hacerlo una semana entera.
Hazlo. Una semana, dos, toda tu vida si te da la gana.
Perder no vas a perder nada. No vas a enfermar. Nadie te va a mirar mal.
No va a cambiar tu opinión, porque eso sólo depende de ti. Y, si cambiara, sería un cambio voluntario, sólo impuesto por ti, producto de que te diste cuenta defendiendo la parte contraria, de que los otros no estaban tan locos como pensaste al principio.

Ejercítate en el arte de pensar qué piensa y qué siente el otro...

En este momento, más que nunca, hacen falta más comportamientos 3...que estamos cansados del 1 y del 2. Quizá así nos acercamos.

Si no eres capaz, como persona inteligente, de hacer el ejercicio del comportamiento número 3, entonces no hay más, eres gilipollas. Y contra eso...

Este madrileño de Aluche y su esposa catalana de La Pobla de Segur llevan haciendo esto, al menos, 4 años.
Y os digo que funciona.










domingo, 17 de septiembre de 2017

Terapia gratuita de cambio

De un tiempo a esta parte todas mis camisetas han ido al cubo de la ropa sucia por el mismo motivo: mancha de leche de entre 5 y 10 centímetros de diámetro en hombro izquierdo

De forma muy habitual esta mancha hace su aparición en el momento en el que uno coge a su bebé para dejarlo en el carrito y salir de casa. Tras los 30 correspondientes minutos de preparativos te miras al espejo, lo limpias un poquito con un trapito y sales con el cerco de entre 4 y 8 cms de diámetro por la puerta de casa, sin importante demasiado el qué dirán.

Uno ha escuchado millones de veces eso de que "un hijo te cambia la vida".
Yo la frase la acortaría. "Un hijo te cambia"

La realidad es que te cambia a ti mucho más de lo que cambia a tu vida.
Un cambio fantástico.
Un cambio terapéutico.
 Después de muchos años preocupándote por ti, de tus traumas, tus obsesiones, tus frustraciones por mejorar o no mejorar. Después de muchas noches durmiéndote contigo mismo en tus propios pensamientos, sobre qué harás, qué decisión tomarás, qué pensarán de mí...

De golpe, se acabó.
Tu hijo te pone de golpe en terapia. Sin cobrarte ni un duro, sin sentarte en un diván.
Se acabó pensar en ti.
Y es fantástico, liberador.
Tanto, como que ese cerco blanco de 4 a 8 cms de diámetro en tu camiseta ya no es una preocupaciòn, sino casi más algo así como un orgullo.

Es liberador sacar lo mejor de ti cada tarde al llegar a casa; liberador sonreír y olvidar lo que pasó en el trabajo. Remedio infalible. Dónde quedaron esas tardes de llegar muerto y encabronado del trabajo, tirarme al sofá y sólo querer que se acabara el día.

Terapéutico saber que nunca pierdes el tiempo, porque lo estás invirtiendo en hacerle sonreír, en cantar para que no llore, en hablarle para que se relaje o en moverla para que se estimule.
Remarco que es jodidamente genial el saber que uno no pierde el tiempo. Ese sentimiento que como individuo nos (me) atormentaba. No aprovechar las (mis) oportunidades, no darlo todo de uno mismo (de mi)
Pues bien, ahora, todas mis oportunidades se ven 100% aprovechadas, y cada día doy lo mejor de mí...no para mí, sino para otro que lo necesita más :)

Sin cambiar mucho mi vida, mi hija me cambió.
Me hizo mejor.
Me hace mejor cada día.

Desde que está en casa, dice mi mujer, no paro de sonreír.
Es difícil no hacerlo. Los ojos de Paula sonríen, nunca había visto a nadie sonreír tan potentemente con la mirada. Ojalá no lo pierda.
Tendrá un padre sonriente toda su vida.






martes, 20 de junio de 2017

reflexiones al cero

Siento desde hace tiempo una inmensa necesidad de desahogarme.
Casi casi una ansiedad de plasmar en palabras eso que siento en ese momento.
Me refiero a ese momento que, por más que de forma irremediable se repita una y otra vez en nuestras vidas, uno nunca acaba de dominar.
Probablemente no exista ningún deporte con tan alto nivel de adrenalina que uno experimente en sus carnes tan a menudo.
Y por más que uno trate de aprender, por más que uno piense "a la próxima no me pilla desprevenido"....amigo, la batalla siempre está perdida. Como casi siempre, tú no tienes la sartén por el mango

Ahí estás.

Dos meses después.

En el ascensor. Mirándote al espejo. Pensando cómo se lo vas a decir.

Las puertas se abren y caminas. Esta vez sí. Lo tienes claro.
"Piensa en otra cosa" - te dices a ti mismo. -"No dejes que esto te afecte. Hoy es el día que les ganamos la partida"

Ahí estás.
Agarras el pomo de la puerta de cristal.

El olor te resulta familiar. Tu estómago lo identifica.
Tomas aire.

Miras al frente

-"Buenas tardes. Tienen hora para cortar el pelo?"
-"Claro, siéntate y en cinco minutos te cojo"

Uno que ha rolado mucho por el mundo empieza a entender que cuando dicen te cojo no, no lo dicen con el sinónimo de agarrarte y cortarte el pelo. Lo decían claramente con todo el significado que un mexicano le puede dar al verbo coger. Desde la C hasta la R.

Hundido en el sofà de polipiel, los titulares de las revistas tipo Men´s Health que hay sobre la mesilla frente a ti te abstraen momentáneamente de tus miedos ocultos. "Prepara tus abdominales para este verano", o "Carbohidratos y proteìnas, las 5 reglas básicas" esconden un fascinante contenido que ni siquiera te da tiempo a descubir. Lo único que retiene tu retina son los fibradísimos cuerpos de aquellos que, al parecer, ya prepararon sus abdominales para el verano.

"Pasa por aquí"
"Pasa por aquí" - me dice. Son de traca.
Acaso existen varias posibilidades o diversos caminos para recorrer los 3.5 metros que separan tu sofá de polipiel y la pica de lavado de cabezas???
No es hora de sarcarsmos. Sólo quieres concentrarte al 100% en el que es sin duda el mejor momento de toda tu visita a la peluquería. Tu agua calentita y tu masaje. Tu olor a champù de menta y el sonido del agua relajándote.
Antes de empezar con el ritual vienen dos preguntas más de manual.
"Estás cómodo así?"
y
"Está bien el agua?"
Tras años de rolar por el mundo uno se da cuenta de que sólo existen dos proveedores de picas para lavar cabezas: las que es imposible que el agua salga templada y las que te rompen el cuello. De hecho apostaría a que últimamente los dos proveedores han hecho algún tipo de Partnership y ya sólo fabrican picas con lo mejor de cada casa...

Por lo tanto, mientras te estás crujiendo el cuello y quemando o helando con el agua, sonríes y das por respondidas las dos preguntas con un ligero movimiento de cabeza afirmativo. Total, no van a poder hacer nada.
Lo único que deseas en ese momento es que tu peluquero dé lo mejor de sí en ese masaje. Quieres que esos breves minutos de placer sean interminables, que no escatime en esfuerzo. Esos minutos valen todo tu sufrimiento.
El grifo se cierra y finaliza así el placer. Curisamente tienen un espejo delante tuyo, entiendo, para que el cliente se vea de forma ridícula con todo el pelo a lo punky.
Tras años de rolar por el mundo uno se da cuenta de que es una clara estrategia para que tu comparativa con el "después" no sea tan agravante.

"Por aquí" - te vuelve a indicar el peluquero.
Yo creo que ya es vicio. Tu silla de tortura está dos brazos de distancia de la pica de lavado.
Por joderles un poco a veces pregunto
"Por aquí?" - no está de más asegurarse.

Con la cabeza goteando llegas a esa silla como un alumno llega al pupitre de selectividad. Sabes que vas a salir vivo, pero estás absolutamente cagado.
Te colocan el cobertor.
Te acomodan un poco el pelo con el peine.
Y con naturalidad y frescura, como si no hiciera esa pregunta cien mil veces al mes, el peluquero te pregunta.
-"Qué, como lo quieres?"
MIERDA
MIERDA MIERDA MIERDA

Que cómo lo quiero??
Pues yo que sé. Bien. Guapo. Yo qué sé.
No te distraigas, sabías que esa pregunta llegaría.
Te la han hecho una vez cada dos meses durante los últimos treinta años. (bueno, alguno menos, que hasta cierta edad se la hacían directamente a tu madre)
Y cada vez, cada pregunta, la misma sensación.
Debería haber un traductor persona normal - peluquero / peluquero - persona normal. Yo le respondo con la palabra "bien" y el ya interpreta que tiene que dejarme el lateral más corto, pero no demasiado corto porque sino parezco espinete; que me tiene que dejar la zona central con algo más de pelo, pero sin pasarse, que luego me crece muy rápido y al poco tengo que volver a la peluquería, lo cual me da mucha pereza; que me tiene que degrafilar, o como cojones se llame eso, para que el pelo no me crezca estilo japonés y que por favor no se recree con los peinaditos.

Que maravilloso sería ese mundo en el que el peluquero te dice
"Que, como lo quieres?
y tu le dices
"Bien"

Y el te corta el pelo genial.

NO

Quieren que les des detalles. Y, por supuesto, uno no está preparado para eso.
No tienes ni puta idea y lo dejas claro explicando a duras penas lo que quieres.
Pero claro, en juego está tu imagen en los próximos dos meses.
La angustia te agarra en cada tijeretazo.
Disimulas mirando el móvil, pero tu ojo derecho no pierde de vista al hijo de puta que te está esquilando y que no está haciendo nada de lo que le has dicho (o bueno, si es que tú mismo sabes qué le has dicho).
No hay nada que hacer. Te rindes. Bajas la mirada al móvil o decides espiar la que le están liando al de al lado.

Después de rolar mucho por el mundo me he dado cuenta de algo y es...si tienen la maquinilla tienen el poder. Así que mejor poner buena cara.
No vaya a ser que dejen tus reflexiones al cero.

:)