lunes, 28 de mayo de 2012

De primero....

Alex tiene la montaña por pasión.
Casi cada fin de semana de su vida se lo ha pasado robándole metro a metro algo de altura al cielo.
Un paso, otro, otro. Respiración constante. Otro paso. Otro metro ganado.
Coronar. Respirar profundo, girar la vista 360º alrededor sin un solo obstáculo y sonreír.
Casi cada fin de semana Alex ha madrugado para acariciarle los pies a una montaña al amanecer y darle un beso de despedida en la coronilla en la puesta de sol.
Así un fin de semana tras otro. Un puente tras otro.
Montserrat.
Los Pirineos.
Los Alpes
El Atlas.
Aconcagua.
China

Una vida que más que en kilómetros andados se mide en el desnivel acumulado.

Con 27 años Alex parte este verano a Pakistán para subir su primer 8.000. Mientras nos hablaba de la preparación, de la planificación, del coste económico (6.000 euros la licencia para subir), no podíamos sino escucharle con cara de fascinación.

Pensando en todo lo que nos contó, al día siguiente era incapaz de desprenderme de un pensamiento. Me dio la sensación de que hagamos lo que hagamos en esta vida, ya sea lo más heroico, lo más sacrificado, lo más original...me da la terrible sensación de que nunca seremos los primeros en hacerlo.

Me entristece pensar que nunca seré el primero en hacer algo, que nunca haré algo tan insólito como para que nadie sea capaz de repetirlo tras de mí.
El 99,99% de los humanos nos movemos en un 99,99% de acciones cotidianas, repetitivas. Incluso nuestras acciones heroicas se antojan vulgares, pues quién sabe cuántos miles de personas han hecho eso mismo con anterioridad.

No puede ser más pesimista este blog. Acabo con rabia, con la rabia de saber que no soy el primero que escribe blogs y de que escribir blogs evidentemente forma parte de ese 99,99% de vulgaridad.

Eso sí, a Alex decirle que si bien probablemente mucha, muchísima gente ha subido un 8.000 en su vida, él será el primero para mucha, muchísima gente que, como yo, nunca conocerán a nadie que lo haya hecho y que nunca soñarán con hacerlo.












miércoles, 23 de mayo de 2012

como en gran hermano

Cada vez me ocurre más a menudo. Esa sensación de artificio, de aspecto irreal en todo lo que me rodea.
Como en el libro de Gran Hermano.
La banca, la crisis, los fondos de inversión, la recesión, los bonos, la prima de riesgo. Un mundo movido por entes desconocidos, por seres a los que nadie pone cara, por especulaciones sin mano visible. Una gran bola empujada por quíen sabe quién.
Un mundo que llena la mitad de los espacios de noticias, la mitad de las columnas de los periódicos, la mitad de nuestras vidas con frases imprecisas, términos intangibles, opiniones basadas en argumentos imposibles de probar.
Cada vez me ocurre más a menudo. Esa sensación de que nada de eso que nos cuentan existe. La sensación se ser un pequeño borreguito obedeciendo las directrices de un cuento inventado.
Un borreguito que cada mañana se levanta a las 6:30 y coge el coche con el resto de borreguitos para ir a trabajar mientras, como el resto de borreguitos, escucha en la radio lo mal que va el mundo, que hoy todo está peor que ayer.
Hoy todo está peor que ayer.
Cada día la misma sentencia
"¿Cómo estaríamos hace un mes?"  me pregunto. Ni me acuerdo. Seguro que estábamos mucho mejor, no cabe duda. Antes todo era mejor. Es lo único que tenemos claro.
Somos un poco más pobres. Nuestro trabajo vale cada día un poco menos. Cada vez sabemos menos.

Como borreguitos nos acostamos a eso de la medianoche escuchando de fondo en las noticias

bla bla bla la banca
bla bla bla recesión
bla bla bla prima de riesgo
bla bla bla recortes

Borreguitos cabizbajos. Hasta nos sentimos culpables. No entendemos qué es eso que pasa realmente. Pero, qué cojones, nos sentimos culpables. Sin saber qué ocurre. Algo nos toca en el estómago. Como cuando sabemos que algo va a ir mal.

Esa esa la sensación. Y protestamos. Me hace gracia eso de protestar. Como si existiera una barrera física que nos impidiera tomar acciones. Algo así como un ser superior. Un gran hermano.

"Pero acciones se toman", dirá más de uno. Pues para mí acciones no son ni manifestarse, ni hacer huelga, ni violentarse, ni acampar. No son acciones, precisamente porque no accionan nada.
No hay acciones. De esas que accionan, me refiero. Acciones que cambien cosas. Somos peor que la peor oposición que ha tenido el peor de los gobiernos. Protestamos. Decimos todo eso que hacen mal nuestros políticos, pero no proponemos ninguna alternativa.

Como en gran hermano, como si algo superior obligase a todo a ser como es y a estar como está, regido por cosas que ni siquiera sabemos lo que son.

De verdad que me siento así. Parte de un rebaño que va y viene por el camino que otros han hecho. Sin saber a dónde voy y casi sin recordar de dónde vengo.


domingo, 20 de mayo de 2012

Juegos reunidos

Lo reconozco. Los semáforos me pierden.
Y sí. Lo reconozco.Soy víctima de una peligrosa bipolaridad odio-amor con ellos.
Odio. Odio mortal. Cuando al fondo de la avenida te miran desafiantes, con los ojos verdes como platos. Les escuchas tentándote "vamos pequeño, acelera si te atreves". Y tú te atreves. Aceleras. Y cuando crees que has ganado, cuando tu labio comienza a dibujar una sonrisa de victoria, cuando quedan ya sólo cien metros, ochenta, aprietas el volante, el acelerador y los dientes. 
Aparece el naranja. Cuarenta metros. Treinta. Tu sonrisa desaparece y empiezas a oír la carcajada del semáforo. "Hijo de puta", piensas. No quieres soltar el acelerador. Tú pie empieza a temblar. 
Rojo. 
Sueltas acelerador. Frenas. El coche se detiene. El rojo de la luz se refleja en tu cara como símbolo de la derrota. Golpeas el salpicadero. "Hijo de puta", vuelves a pensar. No quieres ni mirarle. Ha vuelto a ganar. Te lo está diciendo con su mirada roja. No quieres escuchar su mirada.

Subes la música. Y piensas. 
Y ahí empieza la parte buena del semáforo. Tiempo para pensar y en el que casi casi uno está obligado a pensar. 
Cuántas teorías, cuántas vueltas a recuerdos, cuántos planes habremos elaborado en un semáforo.

Del rojo al verde. Se acabó. 
Pues lo dicho, te odio y te quiero. No sé cómo decirlo. Jodido si te pones en rojo. Y,sí, también un poco jodido cuando te pones en verde.

Sirva esta pequeña introducción para explicar cómo llegué al tema del blog. Volviendo del trabajo, tras el odio hacia el primer semáforo en rojo de la diagonal vino uno de esos momentos de reflexión. 

Y tras un día entero repleto de reuniones, de ocho de la mañana a cinco de la tarde, evidentemente el tema de la reflexión no podía ser otro que ese, las reuniones. 
Todos entendemos por una reunión como ese espacio temporal en el que un grupo de personas se junta para tratar de dar solución a un determinado tema, ya sea en el mismo lugar o incluso en lugares distintos, como puedan ser las reuniones por videoconferencias o reuniones telefónicas. 
Tras muchas y muchas horas de estar presente en reuniones uno adquiere el vicio de observar, vicio casi obligado si uno no quiere dormirse en la mayoría de los casos. 
Lo primero que observa uno es que, si bien el objetivo global de la reunión puede ser la resolución de un determinado problema, ese objetivo choca directamente con los objetivos particulares de cada individuo. De entre estos objetivos individuales cabe destacar principalmente dos: 
1- No salir con más trabajo que el resto de la reunión
2- Boicotear los argumentos del resto de personas si dichos argumentos van en contra del punto número uno. 

De este modo, un reunión deja de ajustarse a su definición original, y pasa a convertirse en un juego ridículo de argumentos con el único objetivo de que los puntos 1 y 2 no sean violados.
Los juegos reunidos.
Y, repito, es indiferente lo buenas que sean tus palabras para el objetivo global. Sí sí, ese objetivo por el que originalmente se convocó la reunión. ¿Alguien lo recuerda? Probablemente no. Ahora sólo importa que el cabrón de comercial no te endose el marrón. 

Uno se da cuenta de que hay auténticos magos de la palabra, malabaristas en la técnica de la argumentación. 
¿Y si todos esos esfuerzos, toda esa inteligencia se aplicasen a la resolución del problema que nos atañe? No no, no puedo distraerme en pensamientos como este, el de recursos humanos ya me está intentando liar la pandereta...

Juegos reunidos. 
Que vienen a ser, en definitiva, la rutina de muchos de nosotros.