martes, 9 de junio de 2015

por costumbre

Hoy hace un año y un mes, viviendo aún en Barcelona, crucé por primera vez el atlántico destino a Mexico.

En este año y un mes ya van 5 idas y 6 venidas con el gran charco saludando el amanecer y el atardecer bajo el avión. Entre medias visita a Milán, una boda en Eslovenia, cuatro viajes a Barcelona, otros cuatro viajes a Madrid, tres encantadoras visitas en Munich, una historia para toda la vida en Malasia, viajes con la empresa a Hungría, a Bruselas, a Bratislava, despedidas varias en Valencia, Granada, Málaga...me dejo algo?

Son casi 400 días y van casi 40 trayectos en avión. Suma y sigue. 

La rutina se desvanece en cada maleta preparada con prisa a las 5 am. (Por más que mi madre me recuerde que la maleta hay que hacerla el día de antes)
La rutina se deshace como una parodia cuando en 400 días uno ha decorado su vida en 3 casas distintas y se ha reinventado tres veces en el trabajo, todo ello mientras planifica el menú de su boda, se pelea con una hipoteca para un piso en el que no va a vivir, o mientras rebusca en cuatro ciudades los infinitos papeles que al parecer hacen falta para reinventarse, para redecorarse y para respirar. 

La palabra rutina sangra en la pared, derramando gota a gota su sentido hasta no ser más que un charco ilegible en el suelo. 

Si me dieran a elegir, lo prefiero así. La inquietud de saber qué será mañana, los nervios por no tener nunca nada atado, la improvisación. Saborear los mini instantes de calma. 

Frente al adiós de la rutina uno tiene que agarrarse muy fuerte a las costumbres. Si fuéramos globos de helio, las costumbres serían la piedra a la que atamos la cuerda para no salir volando.
Costumbres 
Correr es una de ellas. Correr por la calle, me refiero. Nada de gimnasios. Esté donde esté. Como un ritual, como si cada paso fuera un pequeño abrazo a la tierra que piso. Respirando, dejando que la ciudad, sea la que sea, me devuelva el abrazo. 
La otra costumbre es escribir. En esa no me prodigo tanto. Lo echo de menos a menudo. La creatividad, las ideas, la sensibilidad. Será que no me aplico mucho eso que decía Picasso de que la inspiración debería cogerme trabajando. 
Escribir, como correr, es poner pausa, es respirar, es retornar a uno mismo. Y que el globo de helio, sople el viento hacia donde sople, siempre sepa donde está atada su cuerda.
Reír entra en el mismo grupo. La sagrada pausa de la risa, esa es la que más pesa. Cuánto se nos olvida reír. Cuanto se me olvida. 
Suerte que últimamente alguien se empeñó en recordarmelo. 

Leí el otro día que La rutina es otra forma de morir. Unido al propósito de evitar la muerte por rutina (sin necesidad de tantos vuelos!!), viene el igual de importante propósito de ser siempre fiel a mis costumbres...

El anuncio rezaría así: cambio rutina por costumbre. Interesados...interesado yo!









miércoles, 1 de abril de 2015

MEMO

Habla a gritos el lenguaje sobre la cultura del que lo habla.

Responde el alemán con un "por favor" (bitte) cuando alguien le da las gracias, mientras que el mexicano recurre a un "para servirle"...si se descuida se le escapará un "a sus pies". 

El lenguaje del mexicano está hecho a su cultura. No existe la línea recta. No existe una frase con un sí o un no  secas. No hay cabida para el punto final en las historias, lo cual, sumado a que no son muy partidarios de que las historias tengan finales, hace que las conversaciones vivan ausentes del tiempo.
No hay verdad en las palabras, tampoco hay mentira. No hay decisión, no hay dirección, pero sobra voluntad. La voluntad de ayudar, eso ante todo. De ahí la coletilla de "a sus pies", "para servirle" 
El mismo color de las casas y de los paisajes adorna las palabras. El nombre no vive sin varios adjetivos, los verbos agonizan sin adverbios que remarquen cada acción. 

El asunto se hace extremo en los correos electrónicos, donde la cultura alemana se alemaniza y...y claro, la cultura mexicana...pues eso. 

Para una simple confirmación no faltarán agradecimientos a tu correo, deseos de que tu semana sea estupenda, explicación detallada del retraso de su confirmación y alguna frase de relleno que, qué diantres, queda perfecta en el sitio en el que se ha puesto. (cómo lo consiguen?) 

Ante todo el lenguaje en Mexico es cálido, invita a la conversación. Igual que la persona. Es inevitable sentirse a gusto. A gusto piensas en todo lo que le sobra de verdad a lo que te están contando, a gusto sabes que de toda la voluntad ofrecida por las palabras sólo una pequeña parte se convertirá en voluntad realizada. A gusto. 
Contrasta esta característica con la habitual rapidez con la que el alemán desea acabar la conversación, cerrando temas con satisfacción, poniendo ticks verdes a los puntos que traía en la cabeza para acordar contigo. 
El Mexicano, digo, disfruta más quitando los ticks verdes que poniéndoselos. 

Es divertidamente, desesperantemente acogedor.

En esta nueva fase que empieza, después de convivir en Alemania con muchos mexicanos, tengo un presentimiento. 
Creo...creo que no me va costar tanto ser Memo....





ps: uno descubre ya en su primer viaje a Mexico que no hay Guillermos sino Memos, así como no hay Franciscos sino Pacos...





domingo, 22 de marzo de 2015

JET LAG

La butaca de un avión esconde una inevitable invitación a volar.
Mientras tu cuello lucha por encontrar una geometría que anule la geometría del dolor asociada a tu respaldo, mientras tus rodillas evitan las partes duras del asiento de delante, mientras tus codos luchan por ganar centímetros en la disimulada batalla con tu vecino de butaca por hacerse con el apoyabrazos,...
...mientras el avión gana metros en el aire, tu cabeza volvió de manera inevitable a aceptar la inevitable invitación a volar que le ofreció la butaca del avión.

Con los párpados cerrados los pensamientos se vuelven más activos que nunca. Repasas lo que dejas, lo que olvidaste, lo que te viene, lo que no vendrá. Viajas a tu yo de hace 15 años, a tu yo de ayer, a tu yo de dentro de 3 meses y dejas que el sueño al que inevitablemente también te ha invitado la butaca empiece a quitarte el control de tus pensamientos para mezclarlo todo con el caprichoso desorden con el que tus recuerdos, tus pensamientos y tu imaginación se suelen agitar en los sueños. 

Y en ese estado, casi dormido pero lo suficientemente despierto como para mover con sigilo los hilos de tus pensamientos hundidos en el sueño, concediendo pequeñas victorias a tu subconsciente pero no perdiendo en ningún momento la batalla, en ese estado la voz del piloto anunciando el aterrizaje es un cubo de agua helada, una cuchilla rompiendo hilos. Tus ojos se abren. Y aunque el avión sigue a cientos de metros en el aire, dejaste de volar. 

El cuello te duele. Tus rodillas molestan chocando contra el plástico del asiento de delante. Tu brazo perdió la batalla hace tiempo. Y en tu cabeza...qué era eso que estabas pensando? Da igual, ya llegamos. 

En los años 60 La SPCPSA (Sociedad de Personas Cabreadas por Perder sus Sueños en los Aterrizajes) se reunió de urgencia para dar solución a esta problemática. 
Tras varios días de intensos estudios, el gabinete dirigido por el John Edwards, Ted Landom y Anne Green  dio con la solución. 
Mediante una complicada combinación de fórmulas de física cuántica y teoremas de química micromolecular consiguieron lo imposible...una segunda oportunidad!
Otro espacio de desorden entre el consciente y el inconsciente. Otro diván en el que poder Estar dormido despierto, y despierto dormido. 
Evidentemente esta segunda oportunidad sólo la recibirían los que viajaran grandes distancias...al fin y al cabo había que premiar a los más soñadores...

El invento estaba creado. 
Solo faltaba darle un nombre... y puesto que no se ponían de acuerdo, concluyeron ponerle el nombre con las iniciales de sus creadores.

JET LAG.

:) :) 


ps: escrito a las 3.30 de un domingo tras vuelo desde Mexico.  Me espera un lunes bonito bonito


viernes, 16 de enero de 2015

(viva) el ansia (viva)

Ese trocito de patata salado escondido en la esquina inferior de la bolsa, en esa doblez que solo se alcanza manchándose toda la mano de grasa...ese trocito de patata le da el sentido a toda la bolsa.

El que no me entienda es que nunca se ha manchado la mano de grasa para comérselo. 

Me miro y descubro que soy demasiado resultadista. Soy un acabador. 
Devoro la bolsa de patatas pensando únicamente en llegar a ese mágico momento en el que por fin mi dedo escarba sin obstáculos a final de la bolsa para llevarse pegado el trocito perfecto acompañado de toda su sal. El resto de la bolsa se ha convertido en un medio. Casi casi diría yo que en un estorbo. 

Acabador. Resultadista. Y como instrumento fundamental en un rinconcito de la cabeza un gran rotulador verde poniendo ticks a todo lo que damos por finalizado. 

Tiene eso de cerrar temas un componente adictivo. Viene cada tick verde acompañado de un paquete de endorfinas y serotoninas y abre el grifo de la adrenalina de saber qué será eso que viene después. 

Estamos de acuerdo en que esto de resultadismo no es otra cosa que un eufemismo. Para que nos entendamos, me vengo a referir a eso que José Mota definiría como ansia viva. 

Y desde el ansia viva, desde el resultadismo de mi día a día, cada vez admiro más al que vive en del disfrutismo. El que agarra cada patata de la bolsa, la mira, la deja crujir entre sus dientes, la saborea. El que solo piensa en la patata mientras come la patata, sin distraerse pensando en cuándo y cómo terminar, sin plantearse si quiera cómo será la próxima patata y sin pensar en absoluto qué pasará al final de la bolsa hasta que, efectivamente llega al final de la bolsa.
 
El disfrutista no piensa nunca en terminar y casi siempre se plantea el no terminar. Que no acabe el momento, tener un poquito más de tiempo para disfrutarlo. Eso, el disfrutar, viene a ser la característica principal del disfrutista. 

No va a cambiar uno a estas alturas de golpe. Que viva el ansia viva, pienso a veces. Que viva esa sensación en el estómago de logro por lo finalizado y de inquietud por lo que viene. No voy a cambiar de golpe. Digo. Pero quizá sí de a poquitos. 

Lo primero, ir a la papelería y comprar una goma de borrar...así le damos un poco de descanso de vez en cuando al rotulador verde....así disfrutamos de vez en cuando de ese gusto que da borrar el final.