martes, 8 de octubre de 2019

Gracias Doc

A los güeritos normales, a los salidos del molde como tú y como yo, nos ponían el título de ingeniero o licenciado nada más pisar territorio mexicano.

Pero algo distinto debías de tener, porque rápidamente los términos ingeniero y licenciado se te quedaron pequeños y, sin demasiado esfuerzo, te ganaste el título de doctor

Echo la vista atrás y no sabría concebir Mexico sin ti.
Empezando por esa primera charla en la cafetera en Seat, donde yo te pregunté si eran ciertos esos rumores de que te ibas y tú me preguntaste si eran ciertos esos otros rumores de que me iba.
Acabó resultando que tú por tu lado y yo por el mío nos habíamos movido para ir al mismo sitio :)

Acabando por ese día de nuestra despedida, la noche antes de que volarámos a casa mi familia y yo, frente al hotel Camino Real. Los 2 minutos en los que te bajaste del coche para acompañarte y decirnos "que te vaya bonito" se convirtieron en 40 minutos de conversación filosófica, siempre con el contexto de dejar bien claro todo lo grandes que éramos. Tú de mí y yo de ti. Hasta romper con la frase "bueno, basta ya de comernos las pollas". Juro que no olvidaré ese abrazo.

Una charla filosófica. Eso era cada charla contigo.

Te pude disfrutar como jefe y como amigo.

Como jefe (aunque quien conociera a Carlos sabe que jefe, jefe, lo que se dice jefe...Carlos no tenía jefes)

Por tu creatividad. Siempre dándole una vuelta a todo, generando espacios en donde no los había, sacando de la nada ideas, rebatiendo las que ya había. Trayendo luz en muchos momentos donde creíamos que el tunel nos comía. Creatividad inconformista. Gracias a ti hicimos tantas cosas.
Eso sí, como buen Iniesta que eras siempre te faltó el instinto de goleador. Cuánto te costaba decidir, cabrón. Siempre te dije que eras un marica por eso. Pero a ti te daba igual. Los Iniesta son los mejores del mundo aun sin meter goles...

Por tu carisma. Eras un regalo cada mañana. Tu sonrisa y la manera en que nos hacías a todos sonreír. Fuiste el auténtico pulmón del grupo. Nunca he visto a nadie desprender tanto carisma, podría decir sin equivocarme que una de las motivaciones de ir a trabajar para mucha gente era el poder verte y compartir esos ratitos contigo.

Por tu honestidad. Trabajando en silencio. Diciendo sólamente verdades, aunque dolieran. Haciendo que brillara el trabajo de tu equipo. Dejando a un lado el "TU" y buscando siempre el "nosotros". Te eché mucho la bronca para que cambiaras esto, al más puro estilo padre, para que los jefes te vieran y pudieras progresar tal y como te merecías...aunque internamente siempre mantuve la esperanza real de que no lo cambiaras nunca. Eras un generador de talentos a tu alrededor.


Como amigo.
Un volcán. Pura energía. María siempre me repetía al volver a casa después de verte: "Carlos ilumina allá donde vaya".
Cómo olvidar la despedida de soltero que me organizaste y la cara de felicidad al verme sufrir con las putaditas. Cómo olvidar todas esas fiestas juntos, con la certeza de que las que viviste conmigo representan tan sólo un mínimo porcentaje de todas las que te pegaste.
Qué facilidad para mover a la gente, para transformar estados anímicos grises en pura alegría, en ganas de bailar.

Una máquina de hacernos reír. Tu modus operandi: la ofensa. Aún me pregunto cómo conseguías eso de meterte con todo el mundo en su cara y generar tan buen rollo.
Dándole vueltas uno llega a la conclusión de que el secreto lo encierra la propia frase: siempre ibas de frente.
Motes para todos. Me quedé con ganas de saber cuál era el mío. Quizá Arturo o Maestre algún día me lo confiesan, aunque quizá prefiero mantener la intriga.

Un psicólogo. Charlas y charlas arreglando el mundo, debatiendo hasta el más mínimo detalle, analizando personas hasta el hígado. Siempre alucinaba con tu nivel de detalle, cómo conseguías captar tantos matices en las personas y cómo eso te daba pie a elaborar esas complejas teorías.

Soy feliz de haberte repetido muchas veces lo grande que eras. De habértelo dicho a la cara en muchas de nuestras conversaciones.
Soy feliz de saber que te has llevado un trocito de mí. Porque yo también disfruté ayudándote en el día a día. Intentando sacar lo mejor de ti, intentando que te enfrentaras a esas cosas que te parecían difíciles de alcanzar.

Soy tan feliz de haberte conocido.

Para mí has sido inspiración pura. Probablemente la persona más inspiradora que he conocido.

Este blog lo empecé hace mucho tiempo, uno de los días más tristes que recuerdo.

Hoy, sigo contento de saber que te recuerdo igual, como si no hubieran pasado los días.

Este pequeño homenaje te lo debía.

Gracias Doc

Fdo: Tu patrón :)   









martes, 12 de febrero de 2019

sorpresa!

Entre los muchos hechos diferenciales entre niños y adultos, hace tiempo que llevo concentrándome en dejarme fascinar por uno muy concreto: su capacidad para sorprender.

Forma parte la sorpresa de una lista selecta de cosas que hacen que esta vida merezca la pena. Basta viajar un poco en el tiempo hasta la última vez que asistimos a un espectáculo de magia...basta recordar la reacción de todo nuestro cuerpo tras cada truco, en lo que era básicamente su reacción a la sorpresa que acompaña cada truco.
Basta recordar la sensación general del cuerpo saliendo del espectáculo. Parece hasta que esa sensación dura, se estira en el tiempo. Inevitable compararlo con los efectos de una droga.

Y quién dice que no lo es.

Porque es innegable que somos abiertamente adictos a esa sensación.
Es por eso que viajamos a todos esos sitios donde viajamos, con el objetivo de dejarnos sorprender por paisajes, monumentos y escenas que se salgan de lo cotidiano
Es por eso que vamos a los restaurantes que vamos, sin más ni menos ambición que dejar que las texturas, los olores y las presentaciones nos sorprendan saliéndose de la monotonía de los sabores conocidos.
Es por ese motivo que tiene tanto éxito el regalar experiencias. Porque lo material ya no sorprende.

Es una droga cara la sorpresa. Lo es, básicamente porque nuestro nivel de tolerancia no hace más que subir. Cada monumento espectacular elimina la sorpresa de cualquier otro que no le supere. Cada plato increíble ensombrece a los que son sólamente muy buenos.
Como con cualquier droga que se precia,  la dosis que vamos necesitando es lógicamente cada vez mayor; pero el mundo, en paralelo, no sigue este ritmo y no tiene tanto donde ofrecer, aunque se le  retuerza como se le retuerce para sacarle aún algunas gotitas a la dosis que calmen el mono. Se reinventan las experiencias, se generan nuevas necesidades, se trabaja con las percepciones.

En este mundo casi agotado de tanto estrujarlo, surge la figura espontánea del niño. Bueno, de los que yo puedo hablar son en este caso de mis hijos.

Mis hijos (igual que los de todo hijo de vecino). Que, sin complicarse, sin estrujar, sin rebuscar...y normalmente sin querer, me sorprenden cada día. Por creatividad, por no convencionales, por su pensamiento lateral, sencillo y evidente, por ser inesperados. Por ese cubo de agua fría de sinceridad y lógica.
Y, al contrario que ocurre con los restaurantes, los monumentos o los paisajes, la capacidad de sorprender de los niños no muestra ni un sólo indicio que no sea el de superarse día a día.

El núcleo de esa sorpresa es, sin duda, el aprendizaje. Nos sorprende que aprendan tan rápido, tan espontáneamente. Y esta sorpresa sólo tiene una dura explicación: así es amigos, hace tiempo que se nos olvidó aprender.
Y observamos nostálgicos esos avances a paso de gigante suponiendo que un día nosotros quizá también lo hicimos pero no recordando la última vez que tuvimos esa sensación brutal de saber que aprendemos.

Quizá otro día escriba sobre eso de aprender. O de no aprender.

Entre tanto me voy a la cama. A ver qué sorpresa me espera mañana.