domingo, 29 de enero de 2012

si no me falla la memoria

Se dice siempre que a lo largo de nuestra vida vamos escribiendo un libro. El libro de nuestra vida.
Ojalá.
Ojalá escribiéramos sobre papel toda nuestra historia, ojalá plasmásemos con tinta en tres millones de tomos todos y cada uno de los segundos de nuestra vida, cada suspiro, cada pensamiento, cada respiración, cada imagen, cada latido.
Y ojalá pudiéramos dedicar otra vida entera a perdernos por los pasillos de esa biblioteca infinita, para revivir página a página y palabra por palabra nuestra vida. Darle una segunda oportunidad a esos instantes que fueron tan efímeros, quedarnos sin respiración un rato, sólo un ratito más.

Pero nunca podrá ser así, porque los recuerdos no hay quien los plasme en tinta. No hay quien los retenga. Se van. Se van tan sigilosamente que ni nos damos cuenta. Tan sigilosamente que no somos capaces siquiera de acordamos de que ya no nos acordamos.

Por desgracia nuestra memoria no entiende de tinta ni de papel; construye los recuerdos en grandes dunas de fina arena. Dunas que con el tiempo, con el viento, aparecen y desaparecen, crecen, se hacen pequeñas, crecen, desaparecen, aparecen, se mueven, se hacen pequeñas, desaparecen, desaparecen,
desaparecen
desaparecen
desaparecieron.


Da miedo. Da miedo perder los recuerdos de lo que hemos sido. Da miedo cuando vemos una foto nuestra y ni siquiera somos capaces de adivinar el momento al que pertenece. Qué hacíamos allí, cómo nos sentíamos, cómo éramos.

Cómo éramos. Da miedo no saber ya más como éramos.

Sesgamos los recuerdos con nuestra personalidad de ahora, con nuestras ideas de hoy. Nos reconstruimos. Soplamos el viento a nuestro antojo para hacer que los recuerdos queden como queremos.  Y uno ya nunca más sabrá si eso que recuerdo fue realmente como lo recuerdo.

La memoria siempre falla. Falla ella y la hacemos fallar nosotros. Asusta.
Asusta pensar que dentro de unos años habrá muchas cosas de hoy que no recordaré.

Por lo menos dejo hoy esto escrito. Que quede constancia de que al menos intenté avisarme.

Por si me olvido