miércoles, 28 de septiembre de 2011

A TU EDAD...

No sé si a vosotros os pasa, pero a mí aún no me ha ocurrido. Me refiero a sentir la edad que uno tiene. No me pasa, no me ha pasado en casi 28 años. Y pienso, será cuestión de tiempo.

O no.

Tengo la ligera sospecha de que, independientemente de lo mayor que uno sea, nunca se acaba de sentir como la edad que tiene.

El error no está, en mi opinión, en sentirse de una u otra manera con determinda edad. El fallo está en la idea equivocada que uno se hace cuando es más joven sobre cómo se va a sentir o se supone que tiene que sentir cuando sea mayor.

Se asocia, por poner un ejemplo, que a los cuarenta años alcanzamos la madurez y estamos en plenas facultades mentales, que a esa edad se encuentra la punta de estabilidad. Ocurre, supongo, que se llega a los cuarenta y que uno descubre que las dudas no han acabado por desaparecer. Bueno, quizá han desaparecido, pero han aparecido muchas otras que antes no estaban. Uno llega a los cuarenta y sigue sintiéndose inseguro en muchas cosas, más estable en algunos aspectos pero sorprendentemente menos estable en otros. En definitiva, según lo veo yo, uno nunca tiene la sensación de tener la sartén bien cogida por el mango. Sea cual sea su edad.

Y el error está, repito, en tener la creencia de que algún día la tendremos.


El otro día me puse a pensar en cómo debe de ser afrontar la vejez. El tener 70,80 o 90 y seguir pensando (como estoy seguro de que ocurre), que aún te queda mucho pendiente.
Porque si hay algo seguro es que la ambición de tener la sartén bien agarrada por el mango existe en todos nosotros. Todos queremos que llegue ese día en el que estamos seguros de que dominamos nuestra vida, ese día en el que pisamos fuerte y sin mirar porque sabemos que nada va a fallar. Aspiramos a ello. Y dedicamos gran parte de la vida a ello.

Pero pienso en tener 70,80,90 y se me ocurre que continuaremos teniendo exactamente la misma sensación que tenemos con 20,con 30, con 40, con 50... La sensación de que tenemos que mirar donde pisamos, la sensación de que cualquier cosa puede fallar.

En definitiva, la sensación de que en 70, 80, 90 años no he sido capaz de agarrar la sartén por el mango.

Lo pienso.

Y me alegro.

Y lo quiero para mí. Con 70, con 80, con 90.

Porque entiendo que en el momento en el que ya no tengamos esa sensación será muy aburrido vivir.

martes, 27 de septiembre de 2011

No lo soporto

La gente que te da la mano de la forma que le ha enseñado su libro "Expresión corporal para los negocios" y que está convencido de que la fuerza con la que aprieta es proporcional a la seguridad en sí mismo que tiene..

Las duchas donde el agua caliente tiene su momento, y que ese momento haya pasado ya cuando aún te queda lavarte la cabeza.

El moreno de rayos uva en el mes de marzo, en esos que quieren ser los primeros en estar preparados para el verano.

Los camareros que te perdonan la vida mientras consumes en sus locales.

La gente que decide empezar a montar en bici y se compra la bici de 700 euros, 2 maillots, 1 culotte, los zapatos especiales y una mochila de bici antes de saber cuánto y cómo los va a usar.

Las golosinas que se te quedan pegadas en las muelas.

Las gafas de sol que tapan el 70% de la cara.

La persona a la que le encanta darte una y otra vez con su codo en tu brazo mientras cuenta una historia graciosa, para que no pierdas detalle, supongo.

Los dependientes del Corte Inglés que te rodean como hienas cuando ojeas algo, te miran amenazantes (sonriendo, pero amenazantes) y te preguntan "te puedo ayudar?", bajo lo cual tu respondes "no gracias, sólo estoy mirando", lo cual es evidente, porque si necesitases algo ya lo habrías preguntado.

Las expresiones políticamente correctas y a la par políticamente absurdas que empleamos cuando hablamos de otros, tales como "el chico que está fuertecito", "la mujer de color" o "ese de mi departamento que no tiene mucho pelo".

Sentarme en un asiento caliente en el metro

Las comedias románticas en las que él, un chico atractivo pero algo patoso, se enamora de ella en alguna escena habitual como que se choquen y recojan juntos los papeles. A consecuencia de estar enamorado se pasa la primera mitad de la peli haciendo cagada tras cagada, lo cual le lleva a ella a pasar de él y liarse con otro tío que claramente no está hecho para ella. Sin embargo ella se da cuenta de su error por algún acto genial del chico número uno. En ese momento el chico número uno, al haber perdido la esperanza con ella, se lía con otra. El final inesperado consiste en una declaración mutua de amor y besuqueos sin límites acompañados de una escena de cama en la que no se ve nada y de una moraleja sobre el amor que a casi todas las chicas las deja reflexionando.

Los bares de Barcelona, en los que te cobran como tapa las aceitunas.

Los profesores que no valen para profesores

Que se me clave en la pierna todo lo que llevo en los bolsillos cada vez que me siento con vaqueros.

Las obras de mi vecindario cuando voy de turno de noche y tengo que dormir de día.

La gente que se ríe muy muy alto de sus propias gracias.

Y
SOBRE TODO
ANTE TODO
POR ENCIMA DE TODO

NO SOPORTO QUEJARME!

domingo, 25 de septiembre de 2011

(Mis) Placeres de esta vida

La última patata de la ración de bravas, rebañando los trocitos de sal gorda de todo el plato

El tilín tilín de los hielos contra el vaso, el crujido metálico al abrirse la lata, el glu glu glu de la coca cola precipitándose, el cris cris cris de la espuma subiendo rápidamente en primera instancia y bajando perezosa después, el romper de las burbujas en mis labios, la exhalación de aire final. 
 
Tumbarse en una cama con las sábanas recién lavadas, sentir el frescor de la almohada al aplastarla, agarrar con los piés el edredón por su estremo y sentir cómo se van calentando poco a poco.

Coger la posición en el sofá, taparse hasta la barriga, poner cualquier programa de televisión y saber que esta siesta me la he ganado.

Una ducha bien caliente después de salir a correr en invierno, pintar una cara con mi dedo en el espejo empañado y luego borrarla para descubrir otra cara, la mía, roja como un tomate y con todos los pelos para arriba.

Una mañana de domingo sin resaca, descubrir que el domingo tiene 24 horas y no 12 como he llegado a pensar.

Un bol de palomitas en mi mesa acompañando a la cerveza que me acabo de pedir.

Un bebé que me mira y se ríe.

Estar en la cola del mercadona y oír "Por favor pasen por la caja número 3 por orden" y que por orden sea yo el primero

Que los semáforos de la Diagonal se pongan en verde un tras otro al verme llegar en mi Almera plateado.

Las camisas que no necesitan plancharse.

El olor del césped recién cortado entrando por la ventana.

Una parada de bicing al lado de la discoteca cuando vuelvo de fiesta.

Un kebab abierto a esas horas junto a dicha parada de bicing.

La ensaladilla rusa de mi madre.

El sonido de la lluvia contra la lona de tu tienda de campaña, el saco abrigándote, los ojos curiosos de los demás compañeros de tienda resaltando en la penumbra, el olor a plástico, la sensación absurda de aventura.

Fichar a la salida un viernes.

Llegar a una ciudad desconocida, la inseguridad de no saber dónde está nada y de no saber si me van a entender, descubrir, aventurarme, equivocarmse y, por fin, enterarme de las cosas.

Coger aire y descender en el agua, aletear con fuerza, compensar los oídos, volver a aletear. Y, una vez ahí, ahí donde sientes que ya no puedes más, observar. Parar el tiempo, parar el pulso si hace falta para que no moleste. Observar. Escuchar. Y, cuando el cuerpo avise, volver a subir. Aletear, parar, aletar. RESPIRAR.

Un mojito bien hecho.

Y

SOBRE TODO

ANTE TODO

POR ENCIMA DE TODO,

UN PLACER CONOCERTE

lunes, 19 de septiembre de 2011

CALLEN Y LEAN

Di mi nombre y desaparezco.

El silencio.


Haga lo que haga, siempre desapareces. Si ando, te vas con mis pasos. Si no ando, con mi respiración. Si no respiro, con mis latidos.
El silencio. No se está quieto, dura tan poco tan poco tan poco que en el mismo momento que nos concentramos en él ya ha desaparecido.
Y es curioso. Porque igual que siempre desaparece, el silencio SIEMPRE tiene la última palabra. Nos pongamos como nos pongamos.

Frente a esta ley inamovible, lo mejor es ser práctico: tiene algo ganado el que sabe aceptar el silencio, gana un poco más aquél que sabe respetarlo y tiene mucho, mucho ganado el que sabe utilizarlo. Casi siempre fracasa aquel que se empeña en llenarlo.

En una conversación, en una discusión, en una negociación. Siempre gana el que gestiona los silencios, aquél que los crea en sí mismo o los fuerza en los demás, aquél que los rompe o los alarga a su voluntad. Simon y Garfunkel dedicaron a mediados de los 60 una canción al Sonido del Silencio. En realidad no hay un sonido del silencio. Hay muchos. Tantos como sentimientos. Sonido de nervios, de miedo, de seguridad, de orgullo, de respeto, de cariño, de fascinación, de duda. Sonidos muy fuertes, tanto que a veces a uno le entran ganas de pedirle al silencio que baje un poco la voz.
Ocurre que el silencio, que ata de pies y manos al sentido del oído, deja indefensos al resto de los sentidos.
Por eso siempre sentimos todo con más detalle en silencio. Por eso en silencio se revela tan fácilmente qué es eso que sentimos.

Que no suene descortés. Pero hoy cambiaré el título del blog.

Hoy les invito a que Callen y Lean.

A ver qué se siente.
 


 

martes, 13 de septiembre de 2011

En seguida, Jefe

Hace 122 años nacía en un pueblo austriaco al norte de Salzburgo el tercer hijo de Alois, un agente de aduanas, y su tercera mujer Klara, que al mismo tiempo era su prima.

Hace algo más de 80 años el hijo de Alois y Klara se hacía con las riendas de un país que no era el suyo y movilizaba con su discurso a millones de alemanes hacia el levantamiento contra el mundo. El Leitmotiv: la lucha por la dignidad de un pueblo y una raza...que no eran las suyas.

Hace 76 años, en la ciudad bávara de Nürnberg, el mundo destapó todas las barbaridades que aquel hijo de un agente de aduanas promovió. Algunos de los que participaron en aquellas atrocidades fueron juzgados y condenados entonces.

Hoy, nadie se explica cómo pudo ocurrir que los más de 65 millones de personas que integraban la Alemania de entonces fueran parte de aquel movimiento. No encontramos lógico que no existieran levantamientos, que nadie intentara parar esa rueda de destrucción. Por más que le damos vueltas no nos explicamos que un pueblo tan desarrollado pudiera llegar a esos extremos tan alejados del desarrollo.

Somos presa de la jerarquía. Somos víctimas de la autoridad. Somos débiles frente a lo que entendemos está por encima nuestro. Lo aceptamos. Lo asumimos. Y lo hacemos, si entendemos que el no hacerlo va a provocarnos perjuicios. Es sencillo. Y, aunque las consecuencias no sean comparables a lo ocurrido durante el régimen nazi, somos partícipes de ello en nuestro día a día.

¿Cuántas veces hemos defendido a nuestro jefe sin estar de acuerdo con él? ¿Cuántas veces, tras discutir con él y expresar nuestro desacuerdo nuestro jefe dice "se hará así y punto", y así lo acabamos haciendo? 
En cualquier institución, en cualquier organización, en cualquier empresa, se hace siempre lo que el gran jefe dice. Y, por supuesto, lo más rápido posible. Uno es libre de no hacerlo, pero sabe que eso no le reportará nada positivo. 
En la fábrica, cuando se sabe que alguno de los grandes jefes o alguien importante va a hacer una visita, todo el mundo se moviliza para conseguir que todo esté limpio y funcione bien. Todo debe estar perfecto. Y todos somos hormiguitas que dejamos de hacer lo que estemos haciendo en ese momento para que el gran jefe lo tenga todo a su gusto.
Dejamos de hacer incluso nuestras obligaciones en el trabajo para atender la prioridad en ese momento: los jefes. A veces resulta muy ridículo. Y, resultándolo...lo continuamos haciendo.

Visto que la jerarquía es una fuerza superior en cualquier organización, un factor esencial reside en la calidad de los jefes y, muy especialmente, del gran jefe. Es vital la coherencia de sus decisiones, pues éstas se extenderán en forma de catarata aguas abajo, para implicar hasta al último de los integrantes.

Sin duda los alemanes se encontraban en una situación así. Se hacía lo que el gran jefe decía. Y, por supuesto, lo más rápido posible. Uno era libre de no harcerlo. Pero no hacerlo no le reportaba nada positivo.

Por eso se llegó a donde se llegó. Porque todo lo que el hijo de aquel funcionario de aduanas austriaco decía se topaba con la misma respuesta. Una respuesta que nosotros mismos usamos día tras día: En seguida jefe.

jueves, 8 de septiembre de 2011

TRANSPARENCIA POLÍTICA

Hoy fue un día largo, muy largo.
A eso de las 11, volviendo a casa agotado después del trabajo, la radio de mi coche me amuermaba con el repaso a la actualidad política y económica.
Tan cansado debía de estar, que las órdenes que le enviaba a mi mano para que cambiase de una vez de emisora no surgían ningún efecto.
Con razón. Los 30 centímetros que separan el panel de la radio y la palanca de cambios en la que iba apoyada mi mano parecían una distancia insalvable a esas horas de la noche y con todo el cansancio acumulado.

Así que no quedó más remedio que escuchar el tostón de política y economía.


¿COMOOOOOO?
¿Pensábais que me iba a rendir tan fácilmente?

No señor, nooo. A mí no se me vende la misma retaila pesimista un día tras otro de manera gratuita. "Moriré en el esfuerzo", pensé.
Así que recurriendo al último resquicio de energía que me quedaba del melocotón que me había comido a las 7 de la tarde, cambié de cuarta a quinta y lancé mi mano hacia delante aprovechando la inercia del cambio de marchas.
Como en esas películas en las que el protagonista salta de la azotea de un edificio a otro, el momento estuvo lleno de tensión. Mi dedo ya casi estaba. Botón 5. Europa FM, ya te tengo. Por fin música vacía, paz para mis neuronas. Botón 5. Mi dedo. Mi dedo. Botón 5. Ya casi escucho la melodía "Europaaaa FM". ¿Por qué todo parece a cámara lenta?

La escena se reanuda y mi mano cae de nuevo a la palanca. La voz del comentador del magazine de noticias sigue narrando. He perdido.

Me resigno y escucho mientras voy dejando atrás farolas en la autopista.


Escucho. Y después de comprobar que la economía mundial se rige por ligeras connotaciones semánticas en los mensajes de unos pocos (ejem, Sr. Trichet), después de confirmarse que mis escasos ahorros en forma de acciones se van a convertir en aún más escasos, después de escuchar unas veinticuatro veces la palabra crisis y después de saber que los dos candidatos a la presidencia son dos perdedores (uno porque va perder y el otro porque, simplemente lo es), entonces....

MILAGRO! Por fin algo me hace sonreir.
(Qué grandes son esos momentos en los que uno va conduciendo solo y no puede guardar la sonrisa. Nota mental: dedicar un blog a este tema)

UN ACTO DE TRANSPARENCIA PARLAMENTARIA, escucho como titular.

"Transparencia Parlamentaria". Qué grandes son. Tras el titular se hace referencia a la publicación de los bienes e ingresos de los miembros del gobierno.
Las cifras, cierto es, me parecen de lo más razonable. Me hace gracia cómo nombran la marca de los coches, o el tipo de vivienda o viviendas que posee cada uno. El representante de CIU lo tacha de un acto para la chafardería, y, la verdad, coincido con él.
Decía que no me parecen nada altas estas cifras, porque casi todos los políticos provienen de familias muy acomodadas y de gran patrimonio. Así que encuentro normal que tengan varios inmuebles y activos invertidos.
De hecho yo, que me muevo en círculos de clase muy media, podría nombrar a más de un amigo que supera en patrimonio a los Bono y Compañía.

No son las cifras lo que me preocupa. Ni mucho menos. Me preocupa que el cinismo se haya instaurado tan tan adentro de la política que ya casi parezca natural.

"Transparencia Parlamentaria". Pero qué grandes. Nos venden como un acto de sinceridad polítcia el darnos a conocer sus cuentas. Supongo también que entienden que es un acto de FE por nuestra parte el aceptar esa sinceridad como cierta.

Sí, es un hecho que han publicado sus cuentas. Eso no se puede discutir, básicamente porque su elenco de asesores y abogados se habrá cuidado muy muy bien de que todo esté correcto. Pero habría que investigar de cuántas empresas, cuántos inmuebles, cuántas sociedades, cuántos terrenos, etc etc etc son dueños, titulares, socios y propietarios sus familiares, amigos y demás allegados. Yo, que soy más o menos bien pensado, digo que para llegar al total hay que multiplicar por 5 los datos que nos han ofrecido (alguno dirá que me quedo muy corto)

Prometo que no se volverá a repetir. Pero hoy acabaré el blog con un chiste.
El chiste se llama "Transparencia Política"

martes, 6 de septiembre de 2011

No-Soportismo

Uno no tiene que mirar muy lejos para adivinar que la práctica más extendida en la sociedad de hoy es el "No-soportismo".
El No-soportismo: causa de que cada vez haya más gente que es incapaz de encontrar una pareja de la que enamorarse.
El No-soportismo: la razón de que en la actualidad, en España, por cada cuatro personas que se están casando haya tres que se están divorciando.

Lo vivimos nosotros, lo vemos en nuestro entorno.

Nos estamos haciendo absolutamente No-soportistas. Exigimos a nuestra pareja todo lo que ella es y además le exigimos  todo lo que nosotros no somos pero quisiéramos ser. Queremos que tenga todas sus virtudes  y que no tenga ninguno de nuestros defectos.
En definitiva,  queremos que él/ella sean un "Yo mejorado".

Y así ocurre. Que conozco a alguien muy interesante. Que comienzo a salir con él/ella. Que me gusta. Que me empiezo a encontrar bien con é/ella. Y es precisamente entonces cuando comienza a rondarnos por la cabeza una temida palabra. Cuatro letras en forma de conjunción que echan por tierra cualquier plan con la otra persona. Sí, amigos. Hablo del tembile "PERO".

- Es muy divertid@ e inteligente, PERO sus amigos no me acaban de gustar
- Me parece tiern@ y atent@,  PERO me atosiga demasiado
- Es guap@, tiene un buen trabajo, es muy activ@, inteligente, PERO no me dedica el tiempo que yo quisiera
- Lo tiene todo, PERO.....

PERO, PERO, PERO...

El No-soportista piensa que, en alguna parte de este planeta, existe esa persona absolutamente perfecta, la persona sin peros, un "yo mejorado", su media naranja, la pieza del puzzle con quien encajar, ese alguien que le mejora y que además le hace ser mejor.

Visto que la fábrica de supermanes también debe de estar afectada por la crisis, no cabe duda de que el No-soportismo está destinado a la soledad.

No hay nadie perfecto, y eso es lo que el No-soportismo olvida.

Pero hay otra manera distinta de entender este asunto. Pensaréis que está sacado de algún final de película pastel o de algún libro de autoayuda, pero la realidad es que decir esto, pensar esto y creerse esto es una NECESIDAD a día de hoy:

Te quiero tal y como eres

Y con esto, no os preocupéis, que aunque las personas no sean perfectas, ya nos encargamos nosotros de hacer como si lo fueran.

domingo, 4 de septiembre de 2011

LA ULTIMA

"Coge una chaquetita, que parece que refresca"
He ahí la frase que, año tras año, condena el verano.
Ni el equinocio de otoño. Ni la vuelta al trabajo o a los estudios. Ni la vendimia.
NADA DE ESO
"Coge un jerseycito, que parece que refresca"
Ése es el final del verano.

Se te volvió a escapar, amigo. Un año más, la última noche de verano se fue sin avisar.

Y esa primera noche de no-verano, siempre es triste.
Andas hasta el lugar en el que has quedado con el peso incómodo del jerséy sobre tus hombros, con el tacto olvidado de los calcetines en tus pies, con el golpe ligero del viento en la cara.
A la luz naranja de las farolas del barrio le han entrado escalofríos con el viento y las sombras tiemblan a tu paso. Tú también tiemblas. "Es verdad que ha refrescado", piensas, aunque sabes que no todo el temblor es por el frío.
La última noche de verano se fue, y no le importó todo lo que aún te quedaba por hacer, y no se preocupó de todos los planes que te quedaban por cumplir.
Es lo traicionero eso del cambio, amigo. Uno no se da cuenta mientras se produce, sino cuando ya se ha finalizado. Y entonces es tarde.

Pero a mí eso del cambio me da igual.
El año que viene pienso estar bien atento, me concentraré para que no vuelva a ocurrir. No se me volverá a escapar. La última noche de verano será mía.
Y entonces, tras estudiarlo muy a fondo, tras trabajar en ello y poder estar bien seguro, en esa noche que sabré a ciencia cierta que es la última de verano me dedicaré exclusivamente a disfrutar de ella.
Me concentraré en el aire pasando por entre mis dedos a través de las chanclas, en lo ligeros que son mis brazos sin jersey. Disfrutaré de la cálida luz anaranjada del las farolas. Guardaré el brillo de los ojos de la gente en un rincón.

Puede que penséis, gente desconfiada, que hay altas probabilidades de volver a fracasar.

Pero os digo una cosa. Si el año que viene tampoco lo consigo...

Entonces, decidido.

Me voy a un país tropical, y así finiquito el problema  :)