sábado, 13 de febrero de 2016

semáforo en rojo

La luz roja de los semáforos de Puebla es el despacho de las personas sin despacho.
El anciano sin pensión que recorre sin ambición la hilera de coches, arrastrando sus pies y ofreciendo su mano extendida.
El equilibrista todo pintado de plata con su hijo a hombros haciendo piruetas con el suelo de asfalto como única colchoneta frente a posibles caídas.
Los dos payasos intercambiándose bolas de malabares y dirigiendo sus muecas cómicas a la audiencia, mientras el sudor se encarga de borrar con el paso de las horas la forma de su maquillaje
La niña de apenas 6 años, cuyos ojos apenas alcanzan a sobresalir por encima de de tu ventanilla y que toca con sus dedos tu cristal ofreciéndote cajas de chicles.
El señor en silla de ruedas en ese semáforo en cuesta, que arrastra su peso cuesta arriba en cada semáforo para dejarse caer hasta que llega el semáforo siguiente.
El adolescente con esponja chorreando y paleta en mano dando gracias a los días de viento y polvo que incrementan su trabajo limpiando lunetas.

Cada luz roja es una vida.
Y, frente a esa vida, una veintena de observadores protegidos por un crital de ventanilla, quizá escuchando la radio, quizá conversando por teléfono, quizá mirando para otro lado, quizá mirando para el mismo lado. Sin ser demasiado conscientes, reflexionando.

La habitual impaciencia por el cambio del rojo al verde se acentúa por las ansias de deshacerse de la incómoda reflexión. Una reflexión de a ratitos de medio minuto que siempre acaba sin final feliz. Doy una moneda? No la doy?
Si la doy, porque la doy
Si no la doy, porque no la doy.
Y entre tanto el castigo interior de saber que, de alguna manera, no has hecho nada para merecer el poder de esa decisión. La injusta sensación de saber que esa moneda, que para ti no supone nada, depende de pequeñeces casi siempre aleatorias: tu estado de ánimo, tu sensibilidad de esa mañana frente a los ojos de quien te pide, tu debilidad para no saber decir que no, el número de monedas que ya hayas dado esa semana, tus ganas de ayudar si te ha ido bien en el trabajo, tu seguridad reafirmándote que esa moneda hace más mal que bien...

Alivio de color verde.
El coche de delante arranca y la reflexión se esfuma hasta el próximo semáforo con la única conclusión de que se repetirá de igual manera, con los mismos protagonistas, con el mismo principio, con el mismo desarrollo....

...y sin final feliz.







Si te gustó mi blog...te gustará mi libro! 
"Irati - Cuento de mí para ti"

Búscalo en Amazon.es / Amazon.com / Amazon.uk
Los beneficios se van a un proyécto benéfico en Puebla (México) de la ONG Majocca :)