miércoles, 10 de agosto de 2016

Revolución de revoluciòn

No puede llamarse revolución a algo que dura tanto tiempo, hablamos ya de más de medio siglo.
Cuba se congeló y se congeló también todo lo que quedaba de su revolución. Tras una semana por allí, uno se lleva la impresión de que, por más que la palabra adorne con mayúsculas los carteles, esquinas y fachadas a lo largo y ancho de toda la isla, eso no se lo cree nadie. Lo de la revolución, digo.

No puede llamarse revolución a algo tan inmóvil. Es inédito en el mundo de hoy un régimen con tantas deficiencias que haya durado tanto tiempo. Sin oposición. Sin revueltas. Tan silencioso y tan tan inmóvil
La historia necesita otro Fidel y otro Ché que tengan los cojones de enfrentarse al monstruo en el que se ha convertido eso que en algún momento quizá fue un buen propósito. 

Paseando por las calles por la Habana uno tiene esa sensación tan cojonuda para el turista que es la de sentir a viva piel la historia reciente en cada fachada, en cada acera, en cada cara y en cada conversación. Me recordó un poco a Berlín. No sé, por eso de que hace tan poco que pasaron tantas cosas que marcaron tantas otras cosas. 

La Habana es un león moribundo. Esa sensación de grandeza y decadencia todo en uno. De lo que fue, de lo que es. Melena deshecha, costillas marcadas, paso pesado; imponente presencia. 
Seguramente no había 10 ciudades más ricas que La Habana en los años 50 en todo el mundo. Situación privilegiada en el Caribe, puerto de paso e intercambio para todas las expediciones. Codiciada, peleada. Sumisa. Esclavizada. Dominada por unos pocos, levantada por los otros tantos. El azúcar como moneda de pago para los cimientos de los palacios que pueblan cada ciudad. 
Opulencia que marca costillas cuando uno recorre sus calles hoy. Grandeza con la melena deshecha. Palacios que se caen. Paso pesado que sólo se altera con el ritmo de la música en cada esquina. 

Impresiona. Da que pensar. 

El capitalismo de los años 50 luce orgulloso aún sus majestuosos coches, que aguantan con decencia la pelea a puntos con los LADA rusos de los 70 y con los coches chinos de alquiler de hoy. A puntos, ganan el combate, no hay duda. Curiosa comparativa en bandeja de 3 sistemas económicos. 

Un contraste tras otro. 

Como las conversaciones. La alegría y la risa de los primeros minutos con la amargura de esas charlas que duran un poco más. Se habla tanto de libertad...Como se dice tantas veces uno no sabe lo que tiene hasta que no ve lo que es no tener lo que tiene. 

Contraste en vidas gestionadas por dos monedas. Como si no fueran evidentes las dos sociedades, una ayudita más. Me quedo con la frase que nos dijo un camarero con el que nos quedamos hablando un rato largo: "somos como monos para el zoo de los turistas".
Donde la libertad no es un problema no se habla de libertad. En Cuba se escucha demasiadas veces esa palabra. 

La revolución, la de verdad, hizo su necesaria labor hace muchos años. La otra, la de mentira, lleva demasiados años siendo mentira. 
Contra esta revolución el cuerpo sólo pide una cosa: que alguien se revolucione.


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