viernes, 16 de enero de 2015

(viva) el ansia (viva)

Ese trocito de patata salado escondido en la esquina inferior de la bolsa, en esa doblez que solo se alcanza manchándose toda la mano de grasa...ese trocito de patata le da el sentido a toda la bolsa.

El que no me entienda es que nunca se ha manchado la mano de grasa para comérselo. 

Me miro y descubro que soy demasiado resultadista. Soy un acabador. 
Devoro la bolsa de patatas pensando únicamente en llegar a ese mágico momento en el que por fin mi dedo escarba sin obstáculos a final de la bolsa para llevarse pegado el trocito perfecto acompañado de toda su sal. El resto de la bolsa se ha convertido en un medio. Casi casi diría yo que en un estorbo. 

Acabador. Resultadista. Y como instrumento fundamental en un rinconcito de la cabeza un gran rotulador verde poniendo ticks a todo lo que damos por finalizado. 

Tiene eso de cerrar temas un componente adictivo. Viene cada tick verde acompañado de un paquete de endorfinas y serotoninas y abre el grifo de la adrenalina de saber qué será eso que viene después. 

Estamos de acuerdo en que esto de resultadismo no es otra cosa que un eufemismo. Para que nos entendamos, me vengo a referir a eso que José Mota definiría como ansia viva. 

Y desde el ansia viva, desde el resultadismo de mi día a día, cada vez admiro más al que vive en del disfrutismo. El que agarra cada patata de la bolsa, la mira, la deja crujir entre sus dientes, la saborea. El que solo piensa en la patata mientras come la patata, sin distraerse pensando en cuándo y cómo terminar, sin plantearse si quiera cómo será la próxima patata y sin pensar en absoluto qué pasará al final de la bolsa hasta que, efectivamente llega al final de la bolsa.
 
El disfrutista no piensa nunca en terminar y casi siempre se plantea el no terminar. Que no acabe el momento, tener un poquito más de tiempo para disfrutarlo. Eso, el disfrutar, viene a ser la característica principal del disfrutista. 

No va a cambiar uno a estas alturas de golpe. Que viva el ansia viva, pienso a veces. Que viva esa sensación en el estómago de logro por lo finalizado y de inquietud por lo que viene. No voy a cambiar de golpe. Digo. Pero quizá sí de a poquitos. 

Lo primero, ir a la papelería y comprar una goma de borrar...así le damos un poco de descanso de vez en cuando al rotulador verde....así disfrutamos de vez en cuando de ese gusto que da borrar el final.