miércoles, 23 de noviembre de 2011

Forest Green

Tengo entre manos un caso digno de estudio que puede echar por tierra los principios de la ciencia moderna. En el momento que me percaté de la relevancia del asunto decidí que no podía quedarme parado y comencé a escribir a las instituciones científicas más relevantes del mundo. Universidad de Oklahoma, Instituto Pasteur, Max Planck Institut, y, en última instancia, Iker Jiménez.

Hace aproximadamente un año se acababa de abrir lo que a la postre sería uno de los Expedientes X más sonados: El caso Forest Green (Literalmente Bosque Verde, no confundir con Green Forest)
 Tras meses de estudios secretos y millones de euros de inversión en los mejores científicos y en los medios más avanzados, el caso fue repentinamente archivado. He intentado indagar sobre el tema, contactar con algunas de las personas que estaban al cargo de la investigación. Imposible.
Nadie parecía saber nada. Todas las puertas estaban cerradas. Me enteré de que El Dr. Hans Spikenson, director adjunto del proyecto, se encontraba en el hospital psiquiátrico de Frankfurt ingresado con un trastorno de esquizofrenia paranoica. El resto parecía haberse esfumando de la faz de la tierra. Incluso la secretaria de Iker Jiménez se negó a atender mis llamadas.

Pero no seré yo el que deje que un descubrimiento así se pierda entre las carpetas polvorientas de un caso archivado y es por eso que arriesgaré mi propia integridad física para difundirlo y que todo el mundo (mis 100 lectores semanales en este caso) conozca la verdad.


Barcelona, 17 de Noviembre de 2010. 18:42h. Centro Comercial Mercadona.
2 días después de mudarnos a nuestra nueva casa J. , J. y yo decidimos hacer la primera compra de productos básicos para el hogar. Detergente, escobas, papel higiénico, bayetas y un largo etcétera de productos. Llegamos a la sección lavavajillas líquido Bosque Verde. Nos detenemos frente a los distintos aromas. Aroma naranja. Aroma jabón de Marsella. AROMA PINO. Algo especial nos llamó la atención de aquel aroma, una energía extraña se apoderó de mis manos, que fueron atraídas hacia la primera botella de la tercera fila. Sin saber cómo aquella botella acabó en el carro.
Completamos la compra como habitualmente, con la habitual conversación con la cajera en la que nos hacemos los simpáticos cuando compramos con varios amigos.

Barcelona 23 de Noviembre de 2011. 23:05h. Nuestra casa.
Ha pasado un año desde la adquisición del lavaplatos Bosque Verde con AROMA PINO. 3 personas cenando cada día, habituales cenas con varias personas, esporádicas fiestas con mucho que fregar. Fregar, fregar, fregar. Uno de nuestros castigos diarios.
372 días apretando la botella para dejar un buen pegote verde sobre la esponja.
372 días en los que esa botella ha vivido a otra velocidad, como en otra dimensión.

Tras 372 días usando el lavaplatos cada día... TODAVIA QUEDA UN TERCIO DE LA BOTELLA.

Es acaso un desafío a la física?
Son posibles los viajes en el tiempo de la sustancias con aroma de pino?
Magia negra quizá?
Parece que algo muy fuerte se esconde detrás de esta misteriosa botella. Algo que llevó al condecorado Dr. Spikenson a ingresar en un hospital psiquiátrico y, lo que es aun más inaudito, algo que llevó a Iker Jiménez a guardar silencio.

-----------------------------
En realidad el asunto que me ha llevado a escribir este blog no ha sido lo mucho que nos esta durando la botella de lavaplatos….sino que ésto me sorprenda tanto.
Me doy cuenta de que la sociedad de hoy se compone de cosas que no duran. Y me doy cuenta de que en la mayoría de los casos no son las cosas las que no duran, sino nosotros los que las hacemos durar poco. Diría que no nos sentimos cómodos con algo que esta con nosotros demasiado tiempo.
Se imponen, de este modo, empresas que han sabido ver esta tendencia. O crearla, no lo sé.
Ikea, con muebles que duran 5 años frente a aquellos muebles que pasaban de generación en generación entre nuestros abuelos.
Zara y Cia, con jerseys que no duran 4 lavados, pero que olvidas en el armario antes siquiera del tercer lavado, porque ya te has comprado otro nuevo.
Decathlon, con artículos tan económicos que no me importa comprarme uno nuevo si el que tengo empieza a envejecer.
Hemos cambiado y nos han cambiado. Oficios como el del zapatero tienden a desaparecer. ¿Por qué? Pues porque cuando se me rompe un zapato no lo reparo, sencillamente me compro otro nuevo.
Somos, como digo, victimas de una sociedad; pero no vale con escudarse en eso, porque somos precisamente nosotros los que no queremos cosas viejas y generamos esa tendencia en la sociedad. Nos incomoda tener lo mismo durante mucho tiempo.

En fin, concluyo.
De algo podéis estar seguros. Os mantendré informados sobre el caso Bosque Verde ;)

miércoles, 16 de noviembre de 2011

TU SUERTE

Como cada día te asomas a tu ventana y echas el mismo vistazo de arriba a abajo a tu calle. Nada, no viene.
Otro día más esperando tu gran trayler, ese que te tiene que traer las toneladas de suerte que pediste hace tanto tiempo.
Mientras te giras para volver a tu habitación oyes algo. Te sobresaltas. Sí, es el ruido de un gran motor. De nuevo te apoyas en la ventana y buscas con la mirada. Allí viene. Sí, no hay duda. Al final de la calle, reluciente, con las llantas brillantes y un doble remolque recién pintado de amarillo. El estómago lo celebra, se te dibuja una sonrisa, aprietas los puños.  
Poco a poco alcanzas a leer un gran "TU" pintado en negro en el lateral del primer remolque. El camión avanza radiante muy despacio por tu calle, alargando cada segundo. Te das cuenta de repente de que todos los vecinos han salido como tú a la ventana (llevaban allí desde el principio?). El camión avanza y el segundo remolque te va dejando leer poco a poco "S-U-E-R-T-E"

TU SUERTE!!!

Por fin. Por fin el día que tanto llevabas esperando. Entras a llamar a todos los de la casa para que salgan a la ventana contigo. Os abrazáis, os agarráis, sonreís, no sabéis casi ni qué decir. Y cuando volvéis a mirar a la calle descubrís que el camión se ha parado en la casa de enfrente.

Vuelves a tu casa. Bajas la cabeza y un día más vuelves a repetirte lo que tantas veces antes te has repetido: "Esque nunca tengo suerte"

No creo en los grandes camiones de suerte. Ni los quiero. Me paso una vida esperando que me llegue la suerte en toneladas, pero no me llega. Me paso una vida sientiéndome desafortunado. "A mí nunca me toca". Y mientras espero al gran camión, ese que llegará radiante por mi calle a tocar en mi puerta, ese que llegará mientras todos mis vecinos lo miran...o ese que seguramente no llegará en toda al vida, me olvido de que cada día el cartero me va trayendo alguna carta con un puñado de suerte. Ni siquiera me molesto en abrir las cartas. Para qué, si el camión volvió a pasar de largo.

De unas semanas para acá aprecio en la fábrica cómo la gente gasta mucho dinero en lotería. Para gente con nuestro salario me atrevo a decir que gastan auténticas barbaridades. Se apresuran a comprar un número de cada uno de los muchos que se venden.
El objetivo oficial: que me toque.
El objetivo real: no ser el único al que no le toque

Vivimos por comparación. Somos tan felices o infelices como nos marque la media de felicidad e infelicidad de la gente que nos rodea.
Así, mientras a nadie le toque la lotería, seguiré siendo igual de feliz. Pero si ocurre que le la lotería toca a todos los que me rodean menos a mí entonces me siento un desgraciado. ¿Por qué, si yo sigo en la misma situación? ¿Por qué, si en realidad MI SUERTE no ha variado?

No he jugado ni un número a la lotería. Como dije antes, no creo en los grandes camiones de suerte. De hecho siento que esa suerte en toneladas es un gran desequilibrio que algún efecto tiene que traer consigo.
Por mi parte intento, con más o menos éxito, abrir cada una de esas cartas con un puñado de suerte que hay en mi buzón y guardármelo.
Y si lo hago así es porque creo que carta a carta, sin sobresaltos, sin desequilibrios, conseguiré llenar más de un camión a lo largo de mi vida.

martes, 8 de noviembre de 2011

24 +2 +2

Una de las experiencias más agradables que hay en la vida surge cuando uno tiene la oportunidad de enseñarle a alguien a quien aprecia que vive fuera algo tan suyo como su ciudad.

Cada rincón de la visita es una excusa para recordar un momento que haga tuyo ese rincón. Paseando, tu visitante con el mapa en la mano y tú con el mapa en los pies, se suceden edificios, calles y monumentos alternándose con bares, anécdotas, bancos en parques, anécdotas, plazas, anécdotas y bares para acabar.
Con cada calle te descubres, con cada fachada retomas una historia, de cuando hiciste pellas en el instituto, de las cenas con los de la universidad, de cuando te dejó tu primera novia, de aquella manifestación, de la vez que te fuiste a tomar una caña y acabaste de fiesta, de aquella nochevieja, de las mejores croquetas, de ese concierto, de cómo ligaste en un burger, de por dónde salías a correr, de las mejores vistas de la ciudad, de cuando te castigó tu madre, del kalimocho en aquel banco del parque, ...

A cada esquina que doblas nombras a alguien tuyo. Pablo, Jorge, Patrick, Fibi, Tania, Antonio, Alberto... Los nombras como si tu acompañante los conociera de toda la vida, sin percatarte de que es la primera vez que él o ella oye estos nombres.

El día se va acabando y con las últimas horas, sin darte cuenta, has enseñado tanto de la ciudad como de ti mismo.
La visita se acaba y tu acompañante no recordará muy bien de qué estilo era la catedral, en qué año se construyó la plaza Mayor o qué rey vivió en el palacio.

Y te da igual, porque sabes que de alguna manera lo has conseguido. Has conseguido que cuando vuelva a su ciudad y piense en tu ciudad, se acuerde de ti. Recuerde tus anécdotas. Recuerde tu gente.  Has conseguido que sienta parte de todo ello.
Has hecho que algo tuyo sea suyo para siempre.

Tengo 28 años.

24 +2 +2

24 años en Madrid
2 años en Munich
2 años en Barcelona

Siento las 3 ciudades como mías. En sus rincones se perdieron 24, 2 y 2 años respectivamente de Guille. Y en sus rincones se lee toda mi vida.


Sólo me queda descubrir de qué forma va a continuar la suma.