domingo, 17 de septiembre de 2017

Terapia gratuita de cambio

De un tiempo a esta parte todas mis camisetas han ido al cubo de la ropa sucia por el mismo motivo: mancha de leche de entre 5 y 10 centímetros de diámetro en hombro izquierdo

De forma muy habitual esta mancha hace su aparición en el momento en el que uno coge a su bebé para dejarlo en el carrito y salir de casa. Tras los 30 correspondientes minutos de preparativos te miras al espejo, lo limpias un poquito con un trapito y sales con el cerco de entre 4 y 8 cms de diámetro por la puerta de casa, sin importante demasiado el qué dirán.

Uno ha escuchado millones de veces eso de que "un hijo te cambia la vida".
Yo la frase la acortaría. "Un hijo te cambia"

La realidad es que te cambia a ti mucho más de lo que cambia a tu vida.
Un cambio fantástico.
Un cambio terapéutico.
 Después de muchos años preocupándote por ti, de tus traumas, tus obsesiones, tus frustraciones por mejorar o no mejorar. Después de muchas noches durmiéndote contigo mismo en tus propios pensamientos, sobre qué harás, qué decisión tomarás, qué pensarán de mí...

De golpe, se acabó.
Tu hijo te pone de golpe en terapia. Sin cobrarte ni un duro, sin sentarte en un diván.
Se acabó pensar en ti.
Y es fantástico, liberador.
Tanto, como que ese cerco blanco de 4 a 8 cms de diámetro en tu camiseta ya no es una preocupaciòn, sino casi más algo así como un orgullo.

Es liberador sacar lo mejor de ti cada tarde al llegar a casa; liberador sonreír y olvidar lo que pasó en el trabajo. Remedio infalible. Dónde quedaron esas tardes de llegar muerto y encabronado del trabajo, tirarme al sofá y sólo querer que se acabara el día.

Terapéutico saber que nunca pierdes el tiempo, porque lo estás invirtiendo en hacerle sonreír, en cantar para que no llore, en hablarle para que se relaje o en moverla para que se estimule.
Remarco que es jodidamente genial el saber que uno no pierde el tiempo. Ese sentimiento que como individuo nos (me) atormentaba. No aprovechar las (mis) oportunidades, no darlo todo de uno mismo (de mi)
Pues bien, ahora, todas mis oportunidades se ven 100% aprovechadas, y cada día doy lo mejor de mí...no para mí, sino para otro que lo necesita más :)

Sin cambiar mucho mi vida, mi hija me cambió.
Me hizo mejor.
Me hace mejor cada día.

Desde que está en casa, dice mi mujer, no paro de sonreír.
Es difícil no hacerlo. Los ojos de Paula sonríen, nunca había visto a nadie sonreír tan potentemente con la mirada. Ojalá no lo pierda.
Tendrá un padre sonriente toda su vida.






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