domingo, 2 de octubre de 2016

Esclavos

Se sitúan mis últimas actualizaciones justo detrás de viajes.
Viajando, sin apenas preocupaciones, uno se preocupa mucho más de pensar. Se vuelve uno en el avión con ganas de ordenar sus pensamientos, de poner nombre a todo lo que avivó la curiosidad en aquellas calles, alentó conversaciones cenando y generó ganas de más cuando uno se iba a dormir

Mi último viaje, a Nueva York, estuvo empapado de los recuerdos de mi penúltimo viaje, a Cuba.
Qué dos mundos. Como para ponerlos uno al lado del otro y comparar.

Eso hice.

Mi cabeza no dejó de trasladarme de un mundo a otro.

Iniciando en un brutal contraste, la cosa se fue igualando poco a poco hasta llegar a una conclusión que se podría verbalizar de muchas maneras, pero ninguna de ellas tan eficiente como decir simple y llanamente que "son la misma mierda".
Sí, son mierda pintada de distinto color, pero amigo...son la misma mierda

Son dos sistemas esclavos. El capitalismo y el comunismo, digo. Igual de esclavos.

Trabaja el newyorkino 6 días a la semana ganando un montón de dinero para pagar esas cosas que aún valen más de lo que ganan, con ese regusto desagradable de nunca llegar a lo que se quiere, porque el capitalismo siempre sitúa tus "necesidades" un peldaño por encima de tus posibilidades.
"Necesidades" entre comillas, permitanme remarcarlo, porque hay bien poco de necesario en ellas.

Se anuncian en los vagones del metro universidades líderes en alumnos "no endeudados". Pero no se alarmen, que la educación no es la causa principal de endeudamiento. Ya se encargan de eso los hospitales.
Hospitales que por supuesto nunca atenderán a los miles de enfermos que pueblan las calles en forma de almas perdidas porque no caben en el círculo obligatorio consumir/producir/consumir. Si no produces, no vales.

El comunista, privado de libertad. Él ya lo sabe. Lo pone en su contrato con letras bien grandes.
Al capitalista, nadie le podrá negar su libertad. Libertad con ** en el contrato y algunas condiciones en letra pequeña al final.

El comunista, insatisfecho por no tener casi nada.
El capitalista, insatisfecho porque, teniendo mucho, no tiene lo que esperaba tener.

Dos viajes, a Cuba y Nueva York, que me han abierto los ojos a todo lo que hemos disfrutado sin ser demasiado conscientes en nuestro entorno (España, Europa) los que somos de mi generación. Creo que nosotros, con todo, nunca nos hemos sentido esclavos.












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